Yo no soy el único obsesionado con Norberto Fuentes. He leído reseñas donde los autores dan fe de su curiosidad por el sujeto, como si fuera una especie de ornitorrinco literario que amerita la verificación y el escrutinio. Porque es difícil encontrar un hombre de letras cuya esencia sea la suma de todas las cosas que no es. Así, Norberto Fuentes no llega a ser periodista por su excesiva cercanía, capaz de abandonar la cámara y el bolígrafo para limpiarle la metralleta al general o participar en interrogatorios de prisioneros; no es escritor, novelista, cuentista, prosador: sus libros no califican como buena literatura, aunque sirvan de referencia a la filología de la Revolución; no es hombre de acción, pese a haber servido como adlátere de selectos (dulces) guerreros, ya que la pasividad palaciega es una de sus grandes pasiones; es incapaz de escribir un buen memoir porque sus memorias son las de otros; no es intelectual castrista, pues fue desterrado de la Corte hace muchos años, sin posibilidad de readmisión; no es activista contra la dictadura que gobierna en su país, pues su papel se limita al análisis desde ángulos inesperados, como si todavía mantuviera un acceso secreto; no es una figura visible, pero mantiene opiniones que siguen siendo bien pagadas; acopia notas y más notas sobre su propia masculinidad, y a la vez nos agobia con minuciosas descripciones de portañuelas abultadas. Ornithorhynchus anatinus dije, y no dije mal.
(Que trata del reclamo de paternidad que hace Norberto Fuentes sobre la disidencia literaria en Cuba, y su propia relación con el Orden Ornithorhynchus. Blog La Finca de Sosa, 2009)
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