Las
metaforitas animales están agotadas desde Diáspora(s) y la juancarlosfloridad.
Gilberto Padilla tiene que parar. Llegó tarde a todo. No pudo poner una sola
acción, sólo palabras. All talk, no action (diría el míocid Donald J. Trump).
Entendemos su soledad. Es garcíamarquiana y pázica (y amanerada). Pero no
estamos para él, ni tampoco para sus reciclajes de acontecimientos que no vivió
en tiempo y forma, excepto como parodia cultural. No lo queremos, porque él no
sabe querer, porque él no es la esperanza del mundo. En más de un sentido (y
esto no es una crítica sino un encomio, un reconcomio), Padilla es el Amaury
Pérez Vidal de la escritura en la Cuba del siglo XXI: porta la razón, pero
única y exclusivamente la razón. Y razón sin corazón es carencia
constitucional. Ya no estamos allí, nunca estuvimos. Lo proteico y lo
prometeico lo espanta. Yo hice un huraco. Si los espectadores no lo habitaron,
peor para ellos. Pero el huraco sigue siendo el huraco y yo digo heroicamente
hipostasiando.
(publicado
en la red, diciembre 2019)
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