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Monday, October 19, 2015

Guillermo Rodríguez Rivera vs. Leonardo Padura

Aunque no he sido íntimo de Leonardo Padura, creo que tengo una buena relación con él y, sobre todo, he sido un admirador de su obra narrativa. Mi voto fue el que, en muy reñida decisión, decidió el otorgamiento del premio de la crítica a su obra La novela de mi vida, sobre la esencial figura que es, para la literatura cubana, José María Heredia.
   Me hubiera parecido su novela mejor, si no hubiera sido porque, a la ácida crítica de Padura a Domingo Delmonte, le faltó un aspecto esencial: consignar el equivocado rechazo de Delmonte a los hallazgos románticos del poema herediano. Acaso Padura –narrador y no poeta– no pudo adentrarse en esa manquedad esencial de la sin duda muy calificada crítica delmontina. Por ello, entre sus novelas, sigo prefiriendo la excelente La neblina del ayer.
   La superexitosa El hombre que amaba los perros me parece un tanto reiterativa después de la gran trilogía histórica de Isaac Deutscher, que acaso la generación de Padura ignoró, pero que fue esencial para la formación ideológica de una fundamental porción de la mía. No hay que olvidar que el grupo de jóvenes pensadores que centró el trabajo de Pensamiento crítico, publicó regularmente en El Caimán Barbudo. Y, literariamente, creo que la investigación histórica le desborda la estructura novelesca a la novela: la trama sufre porque empiezan a aparecer situaciones narrativas que podrían ser útiles a la indagación histórica, pero que ella no necesita.
   Padura ha dicho que fue su generación la que devolvió la vitalidad a la literatura cubana tras el penoso período del Quinquenio Gris. Creo que esa es una visión extremadamente parcial.
   Las represiones y censuras del Quinquenio Gris fueron tan abarcadoras en el ámbito literario que fue casi toda la literatura cubana de valía –exceptúo a Nicolás Guillén y a Alejo Carpentier, que claro que no fueron censurados– la que recomenzó a devolverle vitalidad a la difusión de la misma. En cuanto a las obras nuevas, resultó esencial, en las entradas de los años ochenta, la obra de Luis Rogelio Nogueras: me refiero a la aparición de un poemario como Imitación de la vida, (Premio Casa de las Américas y elogiado por José Saramago) y de una novela como Y si muero mañana, en la que la trama policial se trataba como nunca hasta entonces se había tratado entre nosotros.
   Antes de otorgarle el Premio Nacional de Literatura a Leonardo Padura, me parecía más justo y mucho más correspondiente con nuestra historia cultural, habérselo concedido a Eduardo Heras León.

(La literatura invisible. Blog Segunda Cita, enero 2014)

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