Mi diferencia contigo aquí es cultural, política, de doctrina. Si para algo nos tiene que servir la dialéctica, de la que presumimos quienes nos educamos en el marxismo, es para entender la pertenencia en términos de entrada y salida. No para sancionar cualquier otredad mediante el recurso salvador de la moral. Si el fin del socialismo histórico fue una debacle, también generó un inmenso espacio de meditación, de posiciones constructivas sobre la Nación y el sujeto, sobre los destinos, que el intelectual debe respetar puesto que son pensamiento hecho de sangre. Para nosotros, que permanecemos en Cuba, ha sido la oportunidad maravillosa de –sin el peso agobiante del marxismo- poder al fin pensar el marxismo; dado que el marxismo fue nuestra mundivisión y la Revolución la única forma concreta de estado que conocimos, toca ahora razonarlas, revelar su verdadera esencia, superarlas quizás. Esto último, la mayor dignidad a la que debe aspirar el pensamiento -poder decir siempre “no”- es algo que debemos preservar, defender a cualquier precio a nombre del hombre. Por ello, para mí, repito, la dialéctica de entrada-salida, posterior discusión-reingreso o no, es un principio innegociable. Ello sin contar que esas posiciones “otras” no son concebibles más que como el mismo inmenso abanico de posturas subjetivas que hacen a las personas permanecer, negociar, intercambiar su aceptación de la Revolución, el socialismo y el marxismo. Si bien existe una distinción geográfica radical cuando se toma el estar o no en Cuba como rasero, la situación cambia (se humaniza) cuando se le analiza desde lo que ambos grandes grupos aceptan o rechazan de los espacios en los que han decidido o podido insertarse. Por ello me parecen simples, y sí una manipulación (en el nivel de la teoría), las oposiciones que planteas según las cuales quienes van a vivir a otra geografía se convierten en extranjeros física o espiritualmente, así como aquella otra según la cual ellos “buscan” otra vida mientras los que permanecen adentro “se la juegan”. Creo que ambos buscan y se la juegan. No es un problema intelectual, sino de decenas de miles de historias de cubanos lavando platos, pasando frío, con dos o tres trabajos, tratando de insertarse en otras culturas y espacios sociales.
(Carta de Víctor Fowler a Enrique Ubieta, visto en La Habana Elegante, segunda época)
No comments:
Post a Comment