Así incluso Lisandro Otero, antiguo mandarín cultural del castrismo y hoy una especie de fidelista por cuenta propia, decidió por esta vez controlar un poco su viejo rencor por el Infante al fin difunto. Así que si, mientras aún vivía, había llegado a decir entre otras cosas que Cabrera Infante no había “logrado comprender que su acumulación verbosa y deshumanizada no es verdadera literatura”, ahora Otero ha condescendido en decir que Cuba ha perdido con Infante a “uno de sus más ingeniosos, imaginativos y talentosos escritores”. Es sabido que la muerte mejora a la gente una vez que nos podemos librar de su más o menos incómoda presencia. Lo que desconocíamos era que tuviera efectos tan dramáticos en la literatura algo que, al fin y al cabo, no suele ir a la tumba con su autor. Quizás Lisandro haya cambiado de opinión con la esperanza de que algo parecido pase con sus libros pero nos preguntamos ¿Cuántas veces tendrá que morir Lisandro Otero para que sea considerado uno de nuestros más talentosos escritores? Sólo de pensar en hacer los cálculos da vértigo.
(No hay consuelo, Guillermo. La Habana Elegante, segunda época, 2005)
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