Otro reciente cultor del género de las declaraciones es Edmundo Desnoes, un destacado escritor cuya última novela, Memorias del subdesarrollo, fue estrenada tiempo atrás, justo en la tertulia de Domingo del Monte (ciertamente con mucho menos éxito que Cecilia Valdés, aunque en su adaptación al cine tuvo bastante más suerte que su competidora.)
Desnoes, en medio de las gestiones para presentar una nueva edición de Memorias del subdesarrollo, declaró: La Habana (¿Blues?) “es la única ciudad del mundo que ha envejecido conmigo, a diferencia de otras ciudades mitológicas en las que han crecido nuevos órganos y que han sufrido cirugía plástica”.
El escritor añadió: “en Cuba he descubierto arrugas en los edificios y paredes desconchadas”, pero “esto no me entristeció, pues las ruinas tienen su belleza”. Eso es realmente consolador para todo el que se pregunte qué sentido tiene el último medio siglo de historia cubana. Y ahí está la respuesta: para que el ex-critor Edmundo Desnoes se sienta mejor con sus arrugas. Si alguien se pregunta por qué Desnoes no regresa a vivir a un país que le ofrece una ventaja tan apreciable, su respuesta no va a ser menos enriquecedora: “Necesito las comodidades del desarrollo y la única intensidad que puedo asimilar es la de un buen roquefort”.
(Despejando la ‘X’ [Alfonso]. Cubaencuentro, junio 2006)
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