Porque la Avellaneda no seguía sino el tono peculiar de la poesía española de ese momento: bisoño romanticismo que arrastraba un pesado lastre de neoclasicismo –vale decir, poesía didáctica, pedagógica; vale decir Jovellanos y Meléndez Valdés–; que arrastraba igualmente las últimas resonancias de este neoclasicismo, desbordado en enfatismo, en retórica hinchazón –vale decir Quintana, Gallego, Lista […]
La Avellaneda era esencialmente esta gran versificadora. Si algún secreto encierra su expresión poética sólo sería descubierto estudiando su obra como resultado de una brillante versificación, que toma la palabra en lo que tiene de música verbal […] He aquí su secreto: adornarlo todo con las galas orientales de las palabras y de las frases más escogidas y melodiosas. Hablar mucho sin decir nada o casi nada.
(Citado por Jesús Jambrina en Piñera, crítico de poesía [1941-1955]. La Habana Elegante, segunda época)
No comments:
Post a Comment