A él, no sólo no se le ha roto la página querida, ni se le ha apedreado la casa, sino que se le ha permitido publicar sus cosas en revistas de la Revolución, que dieron a conocer “En Tiempos Difíciles” y “Discurso del Método”; ambos poemas, además de bastante malos, son francamente contrarrevolucionarios. De esa violenta revolución que él habla, no ha recibido, hasta ahora, más que posibilidades de publicación y pasajes –con todos los gastos pagos– para sus numerosos viajes al extranjero. Esto él lo sabe. Pero él, que lo conocemos, no escribe para nosotros, ni para nuestro pueblo, que sabe la verdad. Escribe en busca de un cartelito en el extranjero que le permita satisfacer su vanidad. Para lograrlo, nada mejor que hacerse el conflictivo, el perseguido, en una sociedad donde, de veras, muy poca gente piensa en él. (En esto del trato al extranjero, Padilla y otros escritores de tercera o cuarta fila como él, aprovechan todas las oportunidades para inflar artificialmente su fama: rodean a los visitantes –escritores, editores, etc.– con tanta avidez como las muchachas del Tuzex rodean a los turistas en la Praga del liberalismo, en busca de una amistad que les asegure una edición, o siquiera un rinconcito o una mención en alguna publicación de caché internacional. Son los tuzeros de nuestros medios intelectuales).
(Las provocaciones de Padilla, Verde Olivo, noviembre 1968)
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