Nunca oí mentar su nombre en Cuba ni en el exilio, no está en el Diccionario de la Literatura Cubana, ni siquiera entre sus camaradas compiladores. No aparece, literal ni literariamente, por ninguna parte. Ahora se proclama albacea literario de José Lezama Lima y se describe como un Eckermann para el Goethe de Lezama. Pero, viviendo en Cuba comunista, más que escribir lo que hace es rescribirla biografía del poeta.
Cuando le preguntan, por ejemplo, por la cierta prohibición de Paradiso en el dudoso paraíso castrista, dice que no tiene noticias de que Fidel Castro prohibiera la novela. Todo el mundo sabe que Castro, después de recibir un resumen (¡menuda tarea!) del libro, le comunicó a Nicolás Guillén, entonces presidente de la Unión de Escritores calcada del modelo soviético, que no se iba a recoger el libro pero que no habría una segunda edición. (El Máximo Líder es también el Máximo Editor.) Ciro el pequeño se reserva el nombre del delator cuando cualquiera en Cuba (y fuera de Cuba) sabe que fue Fayad Jamís, casado entonces con la Viuda de la Revolución Martha Fernández, el que llevó un ejemplar de la novela al entonces presidente Dorticós —quien la presentó a Castro como si fuera la presentación de una editorial con libro nuevo. La novela, por supuesto, agotó sus solos cinco mil ejemplares y no se volvió a reeditar hasta su edición mexicana. Bianchi, como todos los funcionarios de Cuba, miente. Lo que no es extraordinario conociendo el mundo concentracionario castrista. Lo extraordinario es que una revista mexicana independiente acoja toda esa bocanada de mentiras sin un sólo grano de sal.
(¿Quién es Ciro Bianchi y por qué está diciendo esas cosas de mí? Revista Vuelta, diciembre 1994)
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