Es probable que Jesús Díaz haya pedido perdón, como también eso podría formar parte del teatro que le habrán impuesto o que se impuso él mismo, no lo sé, ni me importa. Lo que sí sé, porque lo viví en carne viva, es que no valió de nada el que haya pedido perdón o no, porque siguió siendo el mismo represor, lo llevaba en la sangre; porque desde el momento en que desde que salió publicada La nada cotidiana se dedicó a agredirme por todos los medios, por envidia, como le recordó a él, y más tarde a su hijo, un amigo periodista francés. Lo mismo que hizo en contra de otros en el ICAIC cuando fue Secretario General del PCC lo hizo conmigo, en el exilio, de manera virulenta y envidiosa; para colmo ignoró cada una de las publicaciones de mis libros, mientras publicaba en primera página y a grandes espacios publicidades de sus propios libros, siendo él el director de la publicación.
(Pero todavía no han dicho quién paga ese diario, Blog Zoé Valdés, enero 2012)
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