Rolando Escardó fue un poeta de escasos recursos tanto formales como ideotemáticos. Sus lecturas, según me trasmite su escritura, algo pobres. El César Vallejo que tomó prestado —talento le faltó para robar, como exigía Eliot— no sobrepasa de una apropiación interesante. La pobreza que irradia buena muestra de la obra vallejiana, apenas es chispazos en Escardó. Cuando leo los textos críticos que Lezama, Cintio y Fina le dedicaran al poeta, experimento una curiosa sensación: todos sostienen al poeta más por la persona que fue que por sus versos. Lo mismo me sucede con el hermoso prólogo que Piñera escribiera a El libro de Rolando. Compartir la frase de Vitier que señala a Escardó como el origen de toda la poesía escrita después de 1959, equivaldría a profesar la fe hacia teleologías insulares y hacia ese sol del mundo moral.
(En su merecido olvido, Cubaencuentro, mayo 2005)
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