De ese rejuego infernal brota el artista capataz, aunque no sea el artista más diestro, pero sí el más leal. Este artista capataz se torna correa transmisora de los designios del poder para el resto de los artistas. Lleva y trae. No puede otra cosa. Gira, según le impone la polea del poder. Han sido estos los sucesivos Pavones, aunque con otros apellidos, de la cultura cubana, y han ido creando sus propios sucesores. Con su flaco poder han repartido premios y lustres, y de Luises Pavones se ha transitado a Edeles Morales, sin que, en rizoma, nada cambie, ni pueda cambiar en el futuro de mantenerse tal situación. Ha de cambiar primero la relación gobierno artista para que cualquier debate en este sentido fructifique verdaderamente. Ha de ganar primero el pensador su libertad de pensamiento para que pueda decir el nombre de las cosas y defender su criterio sin miedo a represalias, represalias que, como ha demostrado esta casi media centuria, pueden tener muchas variantes. Un artista dependiente es un artista a medias. Un artista comprometido es un medioartista. Un artista capataz es un cínico.
(Nada de que pavo[nearse], Publicado en la red, Ene. 2007)
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