¿No implica el plagio, así sea a contrario, un tácito reconocimiento de la "autoridad indiscutible" de aquel cuyas palabras e ideas son suscritas al punto de ser tomadas y usadas como propias? La perspectiva de Hernández Busto es, pues, siempre la del plagiario. Mi señalamiento aboga, en cambio, por el diálogo crítico que constituye a todo debate legítimo.
Intentando tapar el sol con un dedo, a todo lo largo de su réplica llena de malabarismos y ademanes paternalistas Hernández Busto se enreda visiblemente en nuevas contradicciones y falacias. Una cosa es, sin embargo, cierta: no se trata aquí de una polémica literaria, lo cual, a pesar de lo afirmado por él, de sobra había quedado claro en mi nota, en la que me limité a apuntar cuestiones de hecho y de ética. En su rápida refutación Hernández Busto manifiesta evidentemente un sentido bastante personal de lo obvio; ¿o será que la esteticista superstición del estilo que atraviesa sus ensayos lo lleva a situarse más allá del bien y del mal, esto es, más allá del hecho y del invento, de la cita (con o sin nota al pie) y del plagio mondo y lirondo?
(Duanel Díaz sobre la entrevista a Hernández Busto II, Cubaencuentro, julio 2005)
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