Un día –en el año cuarenta y uno- cuando los viejos “terribles” de la retórica vanguardista liquidaban sus últimas armas apareció un libro que actualizaba los mismos vicios, Enemigo rumor de José Lezama Lima. No lo culpo de la desgracia de aquellos poemas desmañados, recargados, hechos de viejos cantos ultraístas, valerianos y gongorinos. Cada uno tiene sus limitaciones. Lo imperdonable es que un grupo de gentes aparentemente dotadas para la comprensión de lo poético, confundieran a tal punto la verdad de la poesía.En el año 1941 donde tan claro estaba el panorama universal de la poesía, Enemigo rumor es el salto cien años atrás, y toda la probable estética que se desprendía de sus páginas era la evidencia de que el autor de ellas no había entendido el fenómeno de la poesía contemporánea. Cuando uno repasa las páginas del libro se pregunta cómo es posible que un hombre que tenía detrás el dadaísmo y el surrealismo fuera capaz de incurrir en errores y confusiones tan elementales; pues por más que se esfuerce Cintio Vitier –el hombre que más ha contribuido a confundir la poesía cubana de los últimos tiempos- en demostrar que Orígenes representaba lo realmente distinto de nuestra poesía, cualquier desprevenido, el menos avisado, percibe los compromisos de grupo con la generación precedente; y, en justicia, lo realmente distinto de nuestra poesía lo constituyeron en su momento y a su modo Eugenio Florit, Emilio Ballagas, Mariano Brull, Félix Pita Rodríguez, Navarro Luna y otros, que a pesar de su atraso para incorporarse al movimiento de renovación, al lado de Agustín Acosta y de Pichardo Moya, parecen poetas esotéricos y terribles.
(La poesía en su lugar. Lunes de Revolución, diciembre 1959)
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