Vicepresidente
de la Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC), recibió en 1991
el Premio Nacional de Literatura. Por unos estudios sobre Nicolás Guillén o
sobre la estancia cubana de Rubén Darío, o por unos poemas. ¿Quién podría
saberlo? Ni el mismísimo jurado.
Cuando murió José Lezama Lima, las
autoridades quisieron imponerlo como orador en el entierro. Que se tratara de
una nulidad de escritor como él, sin relación literaria o personal con el
difunto, era el toque final de la campaña de ninguneo organizada contra Lezama
Lima.
Para comunicarle a la viuda esa elección fue
designado Eliseo Diego, que vergüenza le corresponda. María Luisa Bautista se
negó, y terminó siendo Cintio Vitier quien hablara en el cementerio.
Una amiga que trató a Augier me confirmó su costumbre
de tomar ginkgo biloba a la que Gabor se refiere. El ginkgo biloba es árbol tan
único que no le queda parentela viva en el planeta, está más solo que la palma
que está en el patio y que, según Guillén, nació sola. Los botánicos han tenido
que dedicar una división, una clase, un orden, una familia y un género,
exclusivamente para el ginkgo biloba. Con el auxilio de sus hojas, Ángel Augier
por poco llega a centenario.
Murió en 2010, a los 99 años de edad. En
casi un siglo, su aportación más relevante a la cultura fue el discurso por
Lezama Lima que no llegó a dar.
(Del
"Diccionario de la Lengua Suelta", de Fermín Gabor, Renacimiento 2020)
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