Total Pageviews

Monday, May 18, 2020

Heberto Padilla vs. Luis Pavón


Navarro Luna publicó un hermoso ensayo sobre mi poesía en la revista Verde Olivo, órgano oficial de las Fuerzas Armadas Revolucionarias. El viejo llegó a decir que yo era uno de los grandes poetas de nuestro tiempo. Su afirmación fue legitimada por el poderoso organismo que representaba la revista.
   Me dijo Navarro que el propio comandante Guevara, verdadera fuerza rectora de Verde Olivo y Prensa Latina, había aprobado personalmente la publicación del ensayo, no sin el disgusto del director, Luis Pavón Tamayo, un versi!cador recién llegado de Holguín que se empeñaba en aumentar su figurita de pelele con ambiciones descomunales de poder. Lo tuvo algún tiempo, cuando Fidel accedió a conceder al Ejército la dirección de la cultura, como hicieron los dirigentes chinos en sus legendarias «brigadas rojas».
   Después de haber hecho alarde de su resentimiento en los comentarios firmados con el pseudónimo de Leopoldo Ávila, el enano de Holguín arremetió contra sus antiguos obstáculos literarios y publicó un librito de poemas que era más una guía sentimental de viajes por el mundo, que el testimonio apasionante de la revolución que se esperaba de él. Echado a puntapiés del cargo, se vio flotar a la deriva como el papanatas que era, hasta convertirse en un alcohólico. Hoy es la mala sombra del montón de canalladas impunes que cometió en nombre de la Revolución y de la clase obrera.
   El papanatas tenía voz meliflua, un cultivado aspecto de orfandad campesina, y ese talante reverencial y abyecto que predomina en momentos en que el caudillo pide lealtad incondicional. Pavón contó con la estrecha colaboración de la Seguridad del Estado, que le prestó el término con que justificó las tantas depuraciones llevadas a cabo en los sectores artísticos: parámetro. Se llenaban o no se llenaban los parámetros. El Consejo Nacional de Cultura creó equipos de comisarios políticos para juzgar (parametrar) a cada uno de los miembros de los grupos artísticos y asociaciones
culturales del país. Se hacía tomando en cuenta la información policial que se nutría de los testimonios de sus informantes.
   La conducta sexual era factor determinante. De un maricón o una lesbiana lo primero que se esperaba era desafección al régimen. El homosexual no era un problema de la nueva sociedad, sino al contrario, una lacra del antiguo régimen que tenía por objetivo principal socavar o negar el actual proceso social. Pavón creía agregarle pulgadas a su estatura cada vez que rebajaba con infundios a los pobres bailarines de ballet o a actores mal pagados. Dio más prebendas a poetastros y narradorcillos que en los peores años de la condenada corrupción del pasado; pero la dirección política pensaba que un determinado grado de venalidad era inevitable para llevar a cabo sus propósitos.
   Muy altos dirigentes decían que no se actuaba aún con la audacia necesaria para «golpear» a ciertos sectores del país demasiado sensibles y peligrosos porque suelen despertar la solidaridad internacional. Pavón fue el ensayo. Desde Verde Olivo él articulaba la ofensiva en colaboración con viejos profesores con ínfulas de literatos que ilustraban al pie de la letra aquel resentimiento en la moral de que hablaba Max Scheller.

(La mala memoria, Plaza y Janés, 1989)

No comments:

Post a Comment