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Friday, June 24, 2016

Yoandy Cabrera vs. “The Cuban Team”, antología de poetas cubanos seleccionada y prologada por Oscar Cruz

Desde mi punto de vista, llamar a una antología de 11 autores The Cuban team: los once poetas cubanos puede parecer un buen ejercicio de marketing (con inglés incluido), pero es más bien un gesto que carece de rigor y seriedad, algo que, sin embargo, el propio Cruz exige a los grandes catálogos de poesía cubana que incluyen a los autores sin ningún criterio de selección (véase su apartado “La maldita circunstancia de los bodrios por todas partes”, p. 10).
   A pesar de lo categórico y seguro que parece Oscar Cruz en sus páginas de presentación, no todo lo que dice está tan claro y determinado. La división entre los seleccionados por él mismo y el “resto indivisible” (9) es, como mínimo, un procedimiento simplista y poco atendible. Al referirse al cúmulo de antologías poéticas cubanas de cualquier temática que incluye a los autores sin criterio de selección alguno, Cruz dice, por ejemplo, que “la mayoría de estos engendros adolece de lo mismo: no presentan un aparato crítico que haga factible su existencia” (10); creo que lo mismo se podría decir de su selección al juzgar por su prólogo, así que cae en ese mismo error que cuestiona y señala adecuadamente sobre otras antologías. Por otra parte, sobre las mismas selecciones cubanas asegura Cruz que “la calidad de los textos deja mucho que desear” (10), sin tener en cuenta que ya es un lugar común de la teoría literaria (desde antes de Terry Eagleton que lo subraya), que los conceptos de “gusto” y “calidad literaria” son epocales, subjetivos, variables. Por ello mismo, a veces, gestos discursivos semejantes al de Oscar Cruz parecen más bien ademanes vanguardistas trasnochados. Quiera el prologuista o no, detrás de esa división facilista y pseudomesiánica de “los once” por un lado y el “resto” por otro, de lo “real” por una parte y de los “sentimentales” por otra, hay una serie de poéticas y de formas líricas de autores que viven ahora mismo en Cuba que merecen ser tenidas en cuenta, sean más o menos tradicionales, más o menos guerreras, más o menos cuestionables.
   Cuando leí en el prólogo que Oscar Cruz habla (al referirse del “resto”) de “Escritura-Melaza” (10), de “poetines y princesas” (9), el uso del diminutivo despectivo y el femenino me recordó un artículo sobre la obra del propio Cruz titulado “Un duro de matar” y publicado en OnCuba donde el periodista Carlos M. Álvarez dice que “todavía crecen, como marabú de librerías, decenas de lezamianitos disciplinados, tan délficos ellos, tan órficos, tan tóxicos, tan peróxidos, tan peluches” y considera que Oscar Cruz es “generoso con los suyos, con los de su plante, que no es otro que el de la escritura real”. Considerar que existe una “escritura real” opuesta a autores lezamanianos, délficos u órficos recuerda demasiado ciertas rivalidades estériles de los años setenta en Cuba. Criterios sectarios semejantes fueron los que desde la oficialidad y la intelectualidad militante echaron a un lado a autores como Delfín Prats o Lina de Feria. Cuando, para defender una poética, hay que ofender y ningunear al otro, o hay que echar por tierra otros estilos y otras formas de lo literario, es que de algo se carece. Algo falla. Si no pueden convivir “guapos” y “órficos”, si la poesía es una guerra en que hay que anular al otro, ¿qué diferencia a estos tiempos del coloquialismo militante y excluyente de los años setenta? Intolerancias como estas reproducen viejas y absurdas dicotomías, los mismos rezagos del totalitarismo que solemos cuestionar. Me resisto a resumir lo poético a un mero asunto de guapería. Valdría la pena preguntarse, frente a semejantes simplismos divisorios, si no se puede ser valiente y a la vez órfico o ser cobarde y escribir buenos poemas.
   Dentro de las antologías de poesía cubana de cambio de siglo hay dos tendencias principales: (1) las selecciones interminables en que los compiladores no llevan a cabo prácticamente ninguna labor de selección a partir de criterios declarados y (2) aquellas en las que, como la realizada por Oscar Cruz, la selección es mucho más pequeña en número, pero en la que sigue faltando una justificación exegética coherente y rigurosa. De ambas tendencias he hablado en otros artículos que he publicado sobre poesía cubana de cambio de siglo. Los ejercicios más serios de compiladores como Jesús J. Barquet, Jorge Luis Arcos y Milena Rodríguez son más bien excepciones en la actualidad.
   Oscar Cruz diferencia su “coalición” del “resto indivisible que la rodea” (9), de los demás autores cubanos que al parecer confunde en una gran masa indistinguible y que denomina “un charangón de poetines y princesas” (9), “Escrituras-Melaza. Escrituras de Leche. Boberías”, “país de Melancolía” (10). La suya dice ser “una coalición contra la abulia y el gran aburrimiento, contra las formas precocidas de representación” (9).
(…)
   Como suele suceder con estas antologías que pretenden ser hiperselectivas, el problema no radica en la selección en sí, en los autores compilados, que suelen ser de mucho interés y en general suelen tener poéticas atendibles. El error, en mi opinión, suele estar en el texto que las presenta, en este caso en el prólogo titulado “La coalición / algunas ideas” (9-14) y firmado por el propio antologador. La única justificación que me parece creíble, después de leer estas páginas de inicio, es que estamos en presencia de una selección personal de los once autores que más sobresalen hoy mismo en la poesía cubana según el gusto del seleccionador, lo cual me parece válido y positivo. Pero hacer del resto de los autores vivos que hoy mismo escriben poesía y viven en la isla una masa indivisible y descalificarlos con frases irónicas y ofensivas no es solo un error, sino también un acto totalitario, que margina innecesariamente otras poéticas y otras formas del discurso lírico insular. Para hacer resaltar el valor de unos no es necesario cuestionar al resto de manera incompetente y tan generalizadora, sin siquiera proponer ejemplos de lo que se critica o cuestiona. No tiene sentido alguno, al menos para mí, ir de incendiario cuando no se explica y se ejemplifica hasta las últimas consecuencias. En ese sentido, este tipo de antologías (por su justificación y sus prólogos) termina siendo un insustancial golpe totalitario del mismo tipo que pretenden huir y denunciar.

(‘The Cuban team’: once poetas cubanos para jugar balompié. Blog El Jardín de Academos, enero 2016)

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