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Tuesday, April 12, 2016

Angel Velázquez Callejas vs. “Yo, el arquero aquel” de Manuel A. López

“Yo, el arquero aquel” también lanza su flecha moderna y da en el mismo centro de la diana. Manuel López se desnuda, invoca desesperadamente a la poesía y se le concede la petición; reúne a un grupo de poetas que lo certifica. En ello radica el valor de su libro. El acto estoico ante el pecado funciona para crear sensibilidades, amistades y entretejer con virtud la membrecía en la comunidad. Es por donde va la psicología del poeta actual.  ¿Acaso no fueron las “Confesiones” de San Agustín las que lo elevaron a la santidad? Cuanto más el arco se estire mayor será el alcance de la flecha.
   De modo que olvidémonos de los poemas que constituyen el libro “Yo, el arquero aquel”. No tomemos demasiado en cuenta si los poemas son buenos o malos. Para mí son malísimos, pero ese no es el punto básico de este “importante” libro. Manny tiene necesidad no sólo de publicar su libro, sino de ser aceptado como creador.
   Miremos en la portada y todo en cuanto al objetivo de este cuaderno será  revelado. El arquero nunca está en posición de maniobrar el arco. Y desde luego esto tiene que ver profundamente con la paciencia del autor y las argucias de sus poemas: la necesidad de ser aceptado como poeta. El arquero invoca a sus víctimas la admisión. Y lo logra gracias a la estrategia renacentista antes apuntada. Recordemos una frase del autor: este poemario ha sido para mí como un alivio. Un alivio porque Manny ha sabido vaciarse y entregar al juez Poeta todos sus encantos. El arquero aquel es como un encantador de serpientes. ¡Vaya poeta!

(Revelaciones de un poeta: Yo, el arquero aquel. Neo Club Press, octubre 2011)

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