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Monday, December 28, 2015

“India Manana” vs. intelectuales oficialistas recuperando a Cabrera Infante

Los serviles “sirvengüenzas” de toda la vida se reunieron ayer para presentar un libro publicado en Cuba sobre Guillermo Cabrera Infante, quien ha sido prohibido aquí mismo durante todos los años de su exilio que empezó en los años sesenta. Yo estuve ayer allí. La salita estaba llena de los mismos escritores que durante años no han hecho más que escupir palabrejas y oprobios en contra del escritor que ayer quisieron celebrar, sin conseguirlo. ¿Cómo se puede celebrar la obra, a través de testimonios infames de personas que lo odiaron, envidian, recelan, de los despreciadores profesionales que sirven y servirán siempre a las dictaduras, desvirtuando la vida y la obra de un autor, cuando esa misma obra no se ha publicado y los lectores no han podido leerla más que de manera clandestina, de forma antinatural, a la espera de un ejemplar pasado de mano en mano, traído del extranjero, si es que conseguía pasar la aduana, y que el policía de turno no lo decomisaba y lo tiraba en la basura?
   Ayer no se habló de nada de eso, inclusive la primera mujer de Cabrera Infante, la que selló la actividad, en esa salita de la UNEAC (de donde lo expulsaron), habló de él como si todavía ella tuviera que ver algo con la vida de este hombre que le crió sus hijas, junto a la verdadera viuda, la señora Miriam Gómez, quien ha batallado en los últimos años para conseguir la publicación de La Ninfa Inconstante y de Cuerpos Divinos, una obra, esta última, donde esta señora que habló ayer en nombre de un pasado bastante remoto sale muy mal parada, como mismo sale mal parada a través de la pluma del autor exiliado en Londres esa “revolución” que tanto mencionó Reynaldo González, donde él propio Cabrera Infante, sin necesidad de que nadie lo desvirtúe, cuenta su amor y su ruptura, muy temprana, con esa misma revolución de la que los Castro se apoderaron.
   Ayer fui testigo de uno de esos actos más onerosos, más vergonzosos, que ha podido verse en la Cuba castrista, por el alto nivel de manipulación que allí se produjo, y al que nos tienen acostumbrados, pero jamás creí que con Guillermo Cabrera Infante se irían a atrever. Ya lo hicieron con Reinaldo Arenas, a quien por cierto, también mencionaron, como si no hubiera pasado nada.
   Imaginen a los escritores de la oficialidad castrista movilizados, que siempre repudió a estos escritores, tildándolos en su época de enfermos de odio, ahora, después de muertos, los mencionan admirados, como si les perteneciera por decreto de apropiación y robo castrista, y citan la extrema politización de su obra, como una especie de faltita pequeña con la que deben cohabitar muy a pesar de ellos. Ni siquiera conocen la obra literaria de GCI, quien siempre evitó que su obra fuese permeada por el panfleto político, pero que nunca, nunca dejó de expresarse en contra del régimen a través de sus entrevistas, trabajo periodístico, conferencias, y demás, y de aquel valiente libro: Mea Cuba. Otra vez quieren borrar de un plumazo, no ya al autor, como lo hicieron con anterioridad esos mismos que allí estaban, sino la vida y la verdad histórica de un escritor.
   Tengo dos ejemplares del libro en mis manos, ¿merece la pena enviar este libro a mis amigos fuera de Cuba? No, ya ellos poseen la obra de Guillermo Cabrera Infante, que es lo que verdaderamente importa, gracias a ellos he podido leerlo y estudiarlo a fondo. Gracias a esos exiliados, y gracias a la lucidez de Guillermo Cabrera Infante he podido sobrevivir en esta isla, donde todos esos policías que allí se encontraban, disfrazados de escritores, quisieron un día, también a mí aplastarme.
   Espero ahora la próxima publicación de la Obra Completa de Guillermo Cabrera Infante, en la que encontraremos su majestuosa escritura, a la que pueden acercarse todos aquellos que son libres y cultos.
   Hojee las páginas del panfleto político-sensacionalista -esto sí que lo es-, y claro, no se habla excesivamente mal, pero se dejan caer los venenazos de los envidiosos de toda la vida, y el chapoteo de los despechados, que no respetan al escritor ni muerto.

(Desmemoria y “sinvergüencería”. Blog Zoé Valdés, agosto 2011)

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