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Wednesday, December 23, 2015

Carlos M. Alvarez vs. (Antón Arrufat)

Los albaceas de Virgilio Piñera me desagradan. Son, de todos los albaceas, los que más me desagradan, más incluso que los de Carpentier. Los epígonos fatuos (perdonen la tautología), rápidamente dispuestos a demostrar y a rememorar cualquier tipo de cercanía con el bardo, los escribidores de libros como Virgilio Piñera y yo, o Virgilio Piñera y su afición por la ensalada de vegetales, son quizás unas de las peores secuelas que nos dejó el quinquenio gris: la inmunidad diplomática con que cuentan ciertos defenestrados para publicar todo tipo de cinismo literario que les pase por sus restituidas y lirondas cabezas.
   Han hecho de su rescate un pasatiempo. Motivo de orgullo patrio, que habla sobre nuestros retroactivos modales y sobre nuestra óptima disposición para corregir. Pienso en poetas que aprecio, como Friol, o que amo, como Escobar, y agradezco que ningún verdugo ni ninguna víctima puedan sacarles provecho alguno. Virgilio no es el guía de sus discípulos. Virgilio es su propio guía. Los otros, habitantes del vestíbulo de los ignavos, desmerecen el infierno.

(Virgilio, tacón jorobado. Blog On Cuba, agosto 2014)

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