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Wednesday, April 8, 2015

Jesús Orta Ruiz (El Indio Naborí) vs. Jesús Díaz

No esperé que levantaras tu voz, desdeñosa, poniendo mi caso como centro de toda la problemática intelectual de Cuba.
   De tu coraje juvenil y revolucionario yo esperaba, en realida, una denuncia valiente a tantos problemas que afectan el mundo de nuestra cultura, y que van creciendo por día. Pero tú quisiste cerrar los ojos ante ese dilema, y disparar contra el punto que te pareció más débil y que si no es el más brillante tampoco es el más oscuro.
   Tú eres un joven valioso, con 24 años, viviendo en una sociedad que te abre todos los horizontes, por lo que no tendrás que forjar tu cultura contra viento y marea, a fuego y sangre, como algunos artistas del pueblo que teníamos que dejar de comprar un pantalón para comprar un libro, y hemos llegado a esta alta hora de la Patria sangrando.
   Para acabar de diamantar tu vida, sólo tienes que cuidar celosamente el no ser injusto en ningún momento. La injusticia afea a los hombres.
   Mira, a los veinticuatro años se puede ser genial en cualquiera de las manifestaciones del arte, pero un crítico cabal… difícilmente. En esta edad, la pasión puede enturbiar los cristales de la realidad, y el crítico debe ser sereno y consecuente. No hay tampoco en ese pedazo de tiempo azul una visión de conjunto de la vida y todas sus manifestaciones, para poder enjuiciar una obra, cuyos ángulos pueden ser muy diversos. Además, por mucho que se haya estudiado, no es posible a un hombre de 24 años tener acumulados los conocimientos suficientes para emitir aseveraciones absolutas.
(…)
   Comienzas tu crítica planteando la necesidad de que surja un Homero capaz de cantar las grandezas de la Revolución, en lo cual coincidimos. Seguidamente, con marcado desprecio, afirmas que ése no puedo ser yo. Debo preguntarte: ¿Y acaso lo pretendo? ¿Soy yo el único, entre tantos buenos y malos, que no puede serlo?
   Más adelante, descargas furiosamente contra las décimas, indiscutible vehículo expresivo de nuestros campos, y te eriges en enemigo implacable del canto popular.
   Y no sabes, ¡oh, Jesús!, que para que surja ese Homero que tú reclamas, hay que estimular y multiplicar la presencia de los jugalres, pues sin juglaría no puede haber Homero. Homero es la culminación de una larguísima secuencia de poetas populares.
   ¿Quién será el Homero de Cuba? El gran poeta futuro que sepa recoger, depurar y organizar la centenaria obra poética del pueblo, en una síntesis feliz, que no sería otra cosa que la epopeya de la Patria.
   He ahí la base indispensable para que surja Homero. Y tú quieres, de un golpe, con la misma ira de los trovadores cortesanos contra los juglares, hacer desaparecer esa base, creyendo que puedes encontrarla en Londres, en Nueva York, en París o en alguna de esas forzosas originalidades.
   Quero recordarte que los trovadores cortesanos y los sabihondos de la clerecía se superestimaban y sentían un desprecio infinito por la juglaría que, humilde y calladamente, estaba creando las modernas lenguas literarias y los dialectos, donde luego cantarían grandes genios españoles, franceses, italianos y de Latinoamérica.
   ¿No te parece, mi buen Jesús, que un pobre diablo que te hable de estas cosas, que pueda señalarte tamaña contradicción, no es guajiro cimarrón que tú te has imaginado, cantando silvestremente y sin ton ni son?
   Tu desdén nace en la estampa previa que tienes de mi persona, en el recuerdo estorbante de mi procedencia de la juglaría campesina, en la esquivez al primitivismo de mi seudónimo, todo lo cual influye en tu estado de ánimo para verme como un irresponsable, como un guajiro intruso que planta sus botas enfangadas en el Palacio de las Bellas Artes.
   Yo lo sé y simplemente me sonrío.
   Si hay algo que no te perdono es que me hayas obligado, desde el olimpo de tu desdén, a hablar de mí, cuando hay tantas cosas importantes de que hablar.

(Respuesta fraternal a Jesús Díaz. Bohemia, agosto 1966)

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