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Monday, December 8, 2014

Antonio José Ponte vs. “Virgilio Piñera, de vuelta y vuelta. Correspondencia 1932-1978” y Roberto Pérez León

Roberto Pérez León firma el prólogo de la correspondencia piñeriana, y en el prólogo se lee: “Mar es la posibilidad (gracia) de formar combinaciones deliciosas y disimuladas entre lo cierto y lo imposible. Combinaciones que podrían ser ciertas al ser imposibles por un lado y por otro imposibles por lo ciertas que se muestran cuando se entornan las persianas para que el aguacero no entre, y si entra, con natural jactancia o clave germinativa, se decide convertirlo en limonada de hondo conocimiento poético. La regalía de un aguacero sin necesidad de secularidades, entregas, misterios ni equilibrios de acumulaciones de inspiración. Simple, un aguacero simple y hermoso con goterones transfigurados en ángeles arrebatados por la gozadera de la mojazón.”
   Mar que es aguacero que es limonada que son ángeles: las efusiones continúan de esa manera durante varios párrafos. Pérez León concluye su prólogo sin ofrecer criterio alguno de editor, aunque tal vez no haya que atribuirle a él la preparación del volumen. Entonces, ¿quién ha juntado estas cartas?
   Una nota sin firma avisa que los originales fueron consultadas en archivos personales habaneros y bonaerenses, y muchos de ellos pasaron luego a colecciones de la Biblioteca Nacional de Cuba y de un par de universidades estadounidenses. ¿Cuáles universidades? ¿En cuáles archivos privados fueron consultadas? Dado lo esquivo de esta edición, parecería inapropiado exigir noticias del origen de cada una de sus piezas.
   Quienquiera que haya sido el compilador no muestra demasiadas intenciones de facilitar el camino a aquellos investigadores que vengan detrás de él. Incluso se ha esmerado en ponerle dificultades al simple lector, porque ninguna carta aclara quiénes son su destinatario y su remitente. “Querido amigo,” comienza una, sin fecha. ¿La escribió Piñera o la recibió él? En la siguiente página puede hallarse el remitente: Dulce María. Pero, ¿cuál Dulce María? Loynaz, suponemos, porque Dulce María Loynaz le había remitido una anterior. (El orden del epistolario es cronológico).
   Otra, firmada por Piñera el 13 de julio de 1948, va encabezada así: “Querido che.” El lector queda invitado a resolver el enigma de su destinatario. Deducimos que quien la recibiera perteneció al sexo masculino, era argentino y, por lo que se desprende del texto, había publicado una reseña de Ferdydurke en la revista habanera Orígenes. ¿Adolfo de Obieta, acaso?
   Junto al grueso de correspondencia escrita por Piñera, el volumen contiene muestras de Gombrowicz, Borges, Zambrano, Moreno Villa, Cortázar, Bianco, Barral, Rodríguez Feo y Vitier. Pero, dado lo ocurrido en el apartado de poesía, no ha de tratarse de un epistolario completo. (En los fondos de la Universidad de Princeton pueden examinarse cartas a Humberto Rodríguez Tomeu no recogidas aquí).
   Otra particularidad de este volumen es la profusión de erratas en los nombres citados. Honoger por Honegger, Anonilh por Anouilh, Paulhen por Paulhan, Bretón por Breton, Bernanós por Bernanos, Rosa Chanel por Rosa Chacel, y más. Curiosamente, la mayoría de ellos pertenece al ámbito francés, idioma que Piñera leía perfectamente y del cual tradujo tantos textos. Habrá entonces que achacar tantas erratas a la transcripción.

(Algo estúpido como la literatura, Diario de Cuba, septiembre 2012)

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