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Friday, August 30, 2013

Antonio José Ponte vs. Guillermo Rodríguez Rivera (2)

En menoscabo de aquellos que escapan del círculo impuesto por sus verdugos y  denuncian la represión sufrida, Rodríguez Rivera alaba el silencio de las  víctimas, la digestión callada del veneno, la pasividad intelectual ante el  castigo político. Incluso ateniéndonos a su propia lógica, la última frase  citada resulta miserable. Pues las víctimas estaban ya por encima de sus  verdugos desde el momento del castigo.
   Ahora bien, ¿qué hacía Guillermo Rodríguez Rivera mientras se sucedían las  ofensivas revolucionarias? No resulta descabellado conjeturar que su texto  ha sido compuesto para contestar a tal pregunta. Apreciemos entonces su  recuento  por  lo que encubre y por lo que confiesa: "El primer Caimán   Barbudo, en efecto, tenía explícitamente prohibido (por el Comité Nacional  de  la  UJC, del que dependía y que en esos tiempos tenía una política  homofóbica) publicar a ningún joven escritor o artista que fuera homosexual. Ello no fue nunca una decisión de los que hacíamos la revista".
   Menciona a continuación algunos intentos, fructuosos e infructuosos, de  publicar obras de escritores homosexuales, y termina su viaje al pasado con  esta disyuntiva: "En esas aguas turbulentas teníamos que navegar, o irnos a  hablarle a la cámara de algún documental de nuestros enemigos".
   De creer en su versión, él y el resto del equipo dirigido por Jesús Díaz no  tomaron  decisión  alguna  contra homosexuales. Cumplían, no obstante,  instrucciones al respecto: instrucciones de arriba. Poco importaba qué  pensaran ellos, estaban obligados a obedecer. Por juramento militar o de  partido.
   Zafarse de la complicidad con un comité homofóbico y abandonar la redacción  en donde se estrenaban de comisarios, no era alternativa valedera para los  fundadores de El Caimán Barbudo. (Ni siquiera ahora le parece viable a  Rodríguez Rivera, quien, empeñado en convencernos de lo inevitable de su  proceder, estrecha tanto el espectro de oportunidades que deja afuera la  figura que antes alabara, la víctima en silencio).

(Un puente de silencio. Cubaencuentro, marzo 2006)

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