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Tuesday, August 20, 2013

Pablo de Cuba Soria vs. Alberto Edel Morales

Desde Heredia, la poesía patriótica cuenta con una vasta tradición en la Isla; unos pocos poemas atendibles y otros, los más, propios de poetas de escaso talento o de versificadores y tristes oradores de tribunas. Tensión lírica como la alcanzada por el Himno del desterrado del mismo Heredia, por Dos patrias de José Martí, y algún que otro momento de Nicolás Guillén, conllevan a afirmar lo primero: se sostienen desde una auténtica expresión y no en torpes/sombríos discursitos nacionalistas. Y poemas con apenas aliento ni contención poemática, como decenas firmados por Félix Callejas, Manuel Navarro Luna, Ángel Augier, Mirta Aguirre, Julia Calzadilla, et al, muestran el otro lado —sin color, sin figuras— de la baraja.
   A este nutrido segundo grupo se acaba de sumar un poeta digamos joven que años atrás veía los autos pasar hacia occidente y hoy, gracias al talento que la "batalla de ideas" ha sembrado en parte del pueblo cubano, logró renovar/darle nuevos bríos a la tradición de la poesía patriótica insular (¡Miren que la revolución ha logrado maravillas!: ¡Vacas enanas! ¡Marionetas que aplauden a diario! ¡Talentos literarios prefabricados!…).
   A este poeta, más bien funcionario del Instituto Cubano del Libro, se le otorgó hace pocos meses el Premio Extraordinario de Poesía Regino Pedroso que convoca anualmente el oficialista —¿cuál en Cuba no lo es?— periódico Trabajadores con el texto Otro color, otras figuras geométricas. Este funcionario, con tres o cuatro libros de poesía publicados, ha escrito en la revista electrónica La Jiribilla —también oficialista, faltaba más— un artículo para explicarle a Cuba y al mundo las motivaciones, génesis, proceso de escritura y recepción del poema.
   O mejor, cito sus palabras: "los diversos elementos que confluyeron en su escritura". Nada, semejante a un escritor de best sellers que le confiesa a sus fans los secretos de su arte inigualable. Yo, no voy a hacer la crónica de un mal poema y un infame artículo publicados; ahí está La Jiribilla, aunque lo advierto, sin ángel que ruegue por nosotros. Sí me detendré —raudo y veloz— en algunos de sus momentos más significativos, insultantes.
   Muchos se preguntarán, ¿para qué perder el tiempo en leer y escribir acerca de algo a lo que no vale la pena dedicarle media neurona? Como señala Nietzsche en Ecce Homo: "A lecturas que irritan, es necesario escribir con martillo sobre ellas; de lo contrario, producen indigestión".
(…)
   En un momento del artículo el funcionario confiesa que se cuidó de no resultar “retórico ni demasiado afirmativo y que su lenguaje correspondiera a lo que” considera “son las esencias propias de la poesía actual”. Retórica hueca sobra; pero ahora bien, me pregunto: ¿esencias de qué poesía actual? Supongo que la escrita en las peñas deportivas; aquella que trasnochan los trasnochados. Ellos están de fiesta. En próxima rendición de cuentas elegirán por unanimidad al autor de Otro color, otras figuras geométricas, presidente vitalicio.
   Allá por los años ochenta en la Isla, como ya conté, se recitaba histéricamente el poema Mi bandera de Bonifacio Byrne en los matutinos escolares. Pero al menos, aquel evento representaba cierto fervor ingenuo. Cierta puerilidad que a pesar de sabernos hoy a engaño, está ahí. Otro color, otras figuras geométricas ni siquiera valdrá para henchir las gargantas de los pioneritos cubanos. Ni siquiera para adoctrinar marionetas que aplauden a diario. El viejo Byrne lo sabe: no fue buen poeta, pero lamenta su descendencia.

(Donde Bonifacio Byrne lamenta su descendencia. Cubaencuentro, febrero de 2005)

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