A mí no me pueden pasar rata por liebre. Que no voy a confundir a un roedor con un ave, aunque fuera Cathartes aura. A otro con el hueso. El peso no sólo va y viene, sino también se devalúa, como los poetas que cantan a los tiranos. María Cristina Fernández quizás no sepa que la poetisa (la gran creadora Lydia Cabrera las llamaba de otro modo) ha salido mucho, ha andado de viaje, conoce mundo, pudo degustar el queso en sitios exquisitos, es invitada como recientemente hemos leído. Ella pudo hacerlo, y aún puede, como no nuestro justamente celebrado Lezama Lima, o los poetas disidentes tras las rejas. Pues bien, quizás haya sido por unos ¿versos?, que la susodicha poetisa, -ay ekobio Lydia Cabrera que estás en los cielos-, escribió ya bien crecidita, de los cuales he escogido algunos. Texto nada barroco ni con recursos del culteranismo propio. Texto fácil, comprensible, asequible y obvio de Reina María Rodríguez. Elemental, Watson, elemental: “Hoy habla Fidel y yo he crecido…vuelvo por su voz…lo esperan nuestros pechos… …abuela lo guarda en su cartera junto con sus lirios y los amores que se fueron. Comprendo por qué allá en la Sierra ponían su retrato como un santo. Sólo hay una forma de quererlo: hemos crecido dentro de él como un gran árbol por eso lo cuidamos con tanta vanidad y tanta fuerza.” Termino con el uso de la única palabra que recuerdo del artículo que la Virgen de la solana, o La Chica de la valija, (para acabar con ritmo de Fausto, de von Goethe), publicó en Encuentro: Sí, las manchas de sangre vertidas por los pueblos son imposibles de borrar.
Que a la poeta de la valija lista, o lista de la valija, la compre, la lea, la siga, incluso la defienda, quien no la conoce.
(Opus verraco. Para violín y orquesta. Linden Lane Magazine, 2007)
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