Excesivos encabalgamientos, rimas forzadas y falsas rimas, versos traídos por los pelos, incoherencias, adjetivaciones inconsistentes, mal empleo de la gramática y de las figuras de dicción, inseguridad expresiva, rellenos silábicos, cierres pobres, abuso de lugares comunes y, sobre todo, la presencia de algo desastroso en el discurso: la "palabrería" que conduce al sujeto lírico, no hacia el tremendismo que fue una virtud entre escritores españoles del siglo XX, sino hacia el disparate —no lírico como el delirante de Manuel de Zequeira—, lo ilógico, lo descabellado, la aberración poética.
Organizado tomando como referencia principal algo que ya en la décima cubana resultaba insulso: los cuentos clásicos infantiles, el recipiente de P.P.G. presenta un texto que no sabemos si quiere pasar por chistoso, resistente sólo por demencial, donde no se salva prácticamente ni una línea de caer en la involuntaria selva del absurdo.
(¿Se va a bolina la décima cubana?, Cubaencuentro, septiembre 2005)
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