Se ha hecho una crítica municipal, limitadísima, ansiosa de alcanzar su finalidad y de hacer sus proclamaciones de acuerdo con sus intereses funcionales. La inexplicable popularidad de que ha disfrutado un poeta homogéneo y sin propia voz, como Emilio Ballagas, se debe sin duda a esa desapetencia revisionista que convierte en un poeta colocado invariablemente al lado de Guillén y de Florit, al que es un simple imitador de Brull, de Neruda –Elegía sin nombre–, un Neruda aguado en Evaristo Carriego, en estos pastiches de Neruda y Cernuda, donde se hace más visible la pobreza de imágenes y la ambigua embestida creadora de este poeta hecho para las simpatías liceístas tanto provincianas como capitalinas. En nuestra opinión ningún poeta como Emilio Ballagas revela las influencias mal asimiladas, las simpatías inconsecuentes, los plagios porque sí, y el atolondramiento por incorporar a su obra las realizaciones técnicas y formales de otros poetas que han ganado en verdad esas posiciones.
(Gracia eficaz de Juan Ramón Jiménez y su visita a nuestra poesía, Verbum, 1937)
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