Nicolás Guillén, mulato, a fines de los años veinte se había dedicado a escribir poesía negrista (que tenía que ver con la poesía lo que Machín tiene que ver con la música cubana) pero cayó bajo el hechizo de Lorca cuando éste visitó La Habana en 1930- y poco más tarde su poesía parda se transformó en flamenco tropical. Más tarde, en los treinta, Guillén se dedicó a componer versos a la manera llamada poesía social y se hizo miembro del partido comunista cubano (para su perdición). Guillén tenía un verdadero don poético pero en tono menor. De hecho, junto con César Vallejo y Pablo Neruda es el poeta latinoamericano de este siglo más traducido (hasta el coreano) y ha sido nominado varias veces para el Premio Nobel, sin ganarlo nunca: de ahí su odio a Neruda. El vínculo musical es apropiado sin embargo ya que Guillén componía poesía popular avant la lettre y era un autor lírico de suaves melodías aun antes que de enérgica prosa. Al revés de Heine, sus palabras pedían una canción a gritos y finalmente consiguieron hasta una sinfonía: Sensemayá de Silvestre Revuelta. Pero es realmente una pena que cuando Guillén produjo sus primeros sones (o sus rumbas) Seeger no lo siguiera de cerca para que tarareara una versión distinta de la Guantanamera, empleando en esta ocasión la letra de Guillén en vez del verso diverso de Martí. El poeta mulato (“No negro”, como le gusta distinguir su piel al poeta) era el verdadero contemporáneo de estos aires populares, sin derechos de autor que pagar a sus contemporáneos reales.
(Mordidas del Caimán Barbudo, Quimeras, agosto 1984)
No comments:
Post a Comment