Este criterio de Vitier está marcado por la misma convicción rechazadora con la cual, en el mismo libro, se asoma el ensayista a poetas de los cuales, por una u otra razón, se siente muy distante, tales como Gertrudis Gómez de Avellaneda o Emilio Ballagas. Comprensible que respondan sus juicios a la perspectiva poética de Orígenes, pero que no le permiten una valoración sopesada: medir una producción literaria por su consonancia o no con parámetros pre-establecidos —una poética, una ideología, un sentido del estilo, unas preferencias temáticas—, es un riesgo, para no decir, una grave falta, en la que se ha incurrido en la historia de la literatura cubana, desde el rechazo de ciertos críticos ante la renovadora poesía modernista de Julián del Casal, hasta la negación a ultranza, en un momento determinado de las décadas del sesenta y el setenta, de la propia poética de Orígenes, injustamente negada también desde los puntos de mira del coloquialismo. No, el equilibrio crítico exige otra manera de mirar los hechos literarios. Si Orígenes halló una gran fuerza en su sentido trascendente de considerar la patria, en su concentración profunda en lo insular y sus avatares, y finalmente, en el trascendentalismo como visión integradora, Virgilio Piñera, en verdad su contemporáneo y, en un momento determinado, su compañero de viaje,optó por una alternativa por completo opuesta.
(En torno al poeta Virgilio Piñera, Cubaliteraria, mayo 2012)
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