Aun en los casos de mayor
coraje innovador sigue siendo el intelectual un junco pensante, azotado por
vientos de todo origen, y su mayor hazaña no está en que se oponga eficazmente
a los viejos moldes, sino en que descubra sus nuevas imágenes y reencarnaciones.
Nada tan cambiante, proteico y pérfido como el hábito literario. Mil veces el
poeta y el teatrista, el ensayista y el narrador combaten con armas que están
hechas, sin que lo sospechen, del mismo metal de las que pretenden abatir. Y la
invención formal, que es tanto en nuestro oficio, les hacen creer que están
edificando en tierra incógnita, cuando en verdad no han salido de la vieja
heredad.
(En la revista Casa de las
Américas, 1977)
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