Pero yo me he aislado bastante
precisamente porque al principio Arenas se apareció en una de mis conferencias
con un grupo de amigos y el encuentro fue a puñetazos. Arenas me creó un
problema serio porque me acusó de ser agente de Fidel Castro para reclutar a
intelectuales norteamericanos en el mundo académico para la Revolución en
Nicaragua. Fue una acusación que hizo ante la CIA, y me vino a visitar el FBI
porque ellos decían que yo no podía tener la posición expresada en la
antología, y que yo estaba haciendo un trabajo a favor de la Revolución. El no
haber atacado al régimen era índice de que yo estaba trabajando para la
Revolución. Y eso fue una acusación tremenda, porque eso me trajo al FBI cuando
todavía de la guerra fría. Arenas escribió un ensayo de setenta páginas en una
revista llamada Kosmos donde –en un ejemplo del poder de la imaginación sobre
la realidad– me acusaba que yo estaba enamorado de Fidel Castro porque yo era
lampiño y admiraba la barba de Fidel.
Pero ese no fue un conflicto real. Yo no fui
amigo de él, no tuve relaciones con él. Cuando yo estaba trabajando en el
Instituto del Libro facilitamos que él escribiera ensayos y propusimos la
publicación de su segunda novela. Pero él me veía como representante del poder,
y con un poco del espíritu campesino él me vio con aspecto anglosajón y hay un
resentimiento por parte de él. A parte de eso no había razón para su
agresividad. Quizás él viera una realidad profunda y lo usó como símbolo en el
que mi pasión por Fidel se debía a que yo soy lo opuesto de Fidel. Fidel es un hombre de
acción y yo no.
(Entrevista con Edmundo Desnoes, por Denis Berenschot, La Habana
Elegante, segunda época, No. 30, 2005)
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