Parece una orden: ¡Disparen a Martí! Lo mismo
con balas reales, como la recibida por su estatua en la embajada cubana en
Washington, que disparos de mugre: embadurnar con sangre de cerdo sus bustos en
La Habana, o disparos de infamia, como el concurso que acaba de convocar la
organización anticultural Puente a la vista, asociada a Diario de
Cuba, en el que se pretende convertir en soporte de vulgar choteo los
entrañables Versos sencillos del Apóstol.
Según
las bases de dicho concurso —divulgadas por radio televisión Martí y otros
medios financiados por Estados Unidos en su “tarea” contra Cuba— para ser
premiado no se precisa ni talento poético ni especial belleza del lenguaje;
nada, tampoco de hallazgos formales o elevados sentimientos estéticos; solo
escribir una cuarteta o redondilla que ponga en la grosera picota a alguien, o
algo, vinculado con la Revolución.
Se
avisa que no basta parodiar libremente los versos, sino que es obligatorio
expresar ciertas aptitudes para el odio y el vertimiento de fango: será la
capacidad de insultar lo que más apreciaría el jurado; no la honda
compenetración del poeta con virtuosas emociones. Para que nadie se salga del
carril y se aparezca con indeseables propuestas románticas o bucólicas, se
ofrecen de muestra dos ejemplos que destacan por su elevado espesor
chancletero.
¡Venga,
tire su excremento aquí!, es lo que en esencia proponen las bases. Pero, si
bien parece cosa de borrachera exigir que las obras presentadas al concurso no
podrán estar comprometidas para publicación ni participación en otro certamen
(como si pudiese haber alguna editorial decente capaz de publicar semejantes
bodrios), afirmar que va contra cualquier tergiversación del pensamiento
martiano ya clasifica como severa esquizofrenia.
Martí
dijo: “El verso, por donde quiera que se quiebre, ha de dar luz y perfume”, de
modo que jamás podrá entender al Apóstol quien del verso hace oscuridad y
fetidez. Para hablar de Martí hay que hacerlo desde el conocimiento y la
veneración, por tanto, lo que expongo a seguidas no estará seguramente al
alcance del nivel “intelectual” de los promotores del concurso, menos de su
turbio espíritu.
¿Acaso
no es profundamente antimartiano lo que no solo va contra la Revolución, sino
también contra la poesía y los más elementales valores humanos? Martí es un
autor de talla universal, uno de los grandes de cualquier época. Precursor del
Modernismo, movimiento literario de gran renovación estética, que destaca por
el uso de un lenguaje refinado, que reacciona contra el retoricismo, el
descuido formal del Romanticismo y cierta vulgaridad que caracterizó al
Realismo y al Naturalismo.
De
modo que ese concurso es también una lanza contra la historia de la literatura,
contra el decoro y el sentido común. Si cultura es palabra que significa
“cultivar” (poner los medios necesarios para mantener y estrechar el
conocimiento, el trato o la amistad), este concurso vendría a ser una suerte de
defoliante, una lluvia ácida, un basurero tóxico contra el saber, la armonía o
el amor. Semejante propuesta ofende hasta a la mismísima infamia.
(…)
No es
de extrañar entonces esta clase de ataques del “Norte revuelto y brutal que nos
desprecia”, ni tampoco que para ello usen a los que Martí llamó “sietemesinos”:
esos anexionistas que no tienen fe en su tierra porque les falta valor, “los
hijos de carpinteros que se avergüenzan de que su padre sea carpintero”.
Pero,
como alguna vez dijo Quevedo: “La soberbia nunca baja de donde sube, pero
siempre cae de donde subió”. Así, este concurso también prueba lo que más duele
a sus patrocinadores: que la Revolución sea Cuba, y sea alta expresión de
humanismo, y de amor, y de cultura. Y que sea Martí.
(Martí y los nuevos sietemesinos. La
Jiribilla, mayo 2020)
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