El
batistato es nuestra edad de oro, y La
Historia me absolverá, su canon literario definitivo. El personaje más
completo, más logrado del batistato, es Fidel Castro. En su noveleta jurídica
todavía existían las leyes –y el castigo por infringirlas– pero, sobre todo,
existía la idea de una República. En esa obrita está resumida toda la Libertad
que pudo amasar y expresar una época de libertinaje. Y también, la crisis, la
negación de esa Libertad. El acusado se convierte en acusador, y encarnando al
fiscal condenará la época de oro que lo engendró. En lo sucesivo, ya nunca
dejará de ser juez y parte, defensa y fiscalía en una sola pieza, tanto para sí
como para cada uno de sus súbditos. El salvador de la República que vemos aquí
en su momento estelar, durante el desenlace trágico del fin de la Historia,
devendrá destructor de la República. Y toda esta riqueza descriptiva,
estilística y semiótica, está contenida en un solo panfleto, en un único auto
de fé, donde Batista deviene Claudio; Cuba, Gertrudis; Fidel, Hamlet, y Martí,
el fantasma del Padre.
(Macramé para el primer aniversario de un
blog. Blog Penúltimos Días, julio 2007)
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