Hay anexionistas rumberos y divertidos, que dominan un
picante repertorio de cubanismos, disfrutan el ron, el dominó, un buen tabaco,
el café fuerte, ríen con los chistes de Pepito, lloran con un bolero y llevan
siempre al cuello una medalla de la Caridad del Cobre. Son practicantes activos
de la cubanidad externa; pero están esencialmente ajenos a la cubanía.
Sé de un caso notable: Cabrera Infante,
cubanísimo en su narrativa, en su pirotecnia lingüística, y francamente
anexionista de alma y pensamiento. Su colección de artículos Mea Cuba (1992)
resulta escandalosamente proyanqui. Hace una crítica feroz, sin fundamento
alguno, de todo pensamiento antimperialista que haya surgido en Cuba y en
nuestra región. El propio concepto de «América Latina» es para él «un cliché
más de la izquierda profesional».
Descalifica a Martí como un fanático que
buscó «la muerte romántica» en Dos Ríos, en «un suicidio calculado». Interpreta
la alusión al «Norte revuelto y brutal» como germen de otro «cliché»
izquierdista: la dualidad Norte-Sur. Nos recuerda que Cuba está «para siempre a
90 millas de las costas norteamericanas», lo que define nuestro destino y nos
condena de modo fatal a la subordinación. «La geopolítica es más decisiva que
la política», repite una y otra vez Cabrera Infante. Alguien que usaba su
talento y su sentido del humor para jugar literariamente con los signos
exteriores de nuestra cultura; pero pertenecía a la especie de la «cubanidad
castrada».
(Cubanidad y
cubanía, Granma, julio 2019)
No comments:
Post a Comment