Despreciable
el régimen que pone a un escritor en el lugar del censor.
Y más despreciable todavía el escritor con
pompa de funcionario que se sabe impune y muy lejos ya de todo escrúpulo, que
tan a gusto se siente cumpliendo esa tan revolucionaria tarea.
¿Es el aislamiento cubano lo que lleva a
decir esas cosas? ¿O es simplemente una confusión personal?
Editar en ese país es censurar, está claro.
Los cadáveres que la censura cubana ha prodigado han estado a la vista por
décadas.
Pero parece no sólo que el cuartico está
igualito, sino que además ahora el escritor-censor ni se esconde ni se calla:
quiere su manual, su novela, su lector y su entrevista. Y que le aplaudan.
(publicado
en la red, mayo 2019)
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