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Tuesday, September 3, 2019

Zoé Valdés vs. Alejandro Armengol


El primer sujeto que empezó a usar mi nombre de manera impropia, pretendiendo imitar los célebres juegos de palabras del gran Guillermo Cabrera Infante (quien jamás soportó al sujeto de marras, por cierto), cambiando el Zoé por Soez, fue un gordo repugnante. Lo hizo en uno de sus vomitivos artículos en ese periodicucho que yo llamo el Granma del Norte, absolutamente penetrado por el castrismo y sus adláteres de periodistas. Al final, cerraba el artículo con un “Zoé Valdés es la Madonna de la literatura cubana”, comparándome con la cantante norteamericana, creyendo que con ello me hacía un daño irremediable. Resultó que, por el contrario, esa frase la retomó el New York Times, citando al periodicucho, e ignorando, por supuesto, el nombre del gordo lamenalgas, o sea, indicando que yo era o soy “la Madonna de la literatura cubana”. La frase la usaron a su vez mis editores norteamericanos para las cubiertas de mis primeros libros editados en Estados Unidos, lo que me hizo un enorme favor de venta. Un día fui a agradecerle irónicamente al obeso de sudor espeso cuyo nombre se presta también a nombretes innumerables, y al que a sus espaldas tratan de Gordo de Botero pueblerino en el mismo periodicucho, allá en Miami. Me acerqué a su escritorio, y el cobarde empezó a encogerse como una cucaracha acosada. No sabía ni dónde meterse, escondido debajo de su computadora.

(Zoé Valdés: Cuba nunca me ha abandonado, tampoco es una obsesión. Entrevista en "Árbol invertido", agosto 2019)

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