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Friday, September 13, 2019

Antonio José Ponte vs. Cintio Vitier y Fina García Marruz


   La primera vez que oí hablar en privado a Fina García Marruz, se largó, sin ton ni son, a defender a Lezama Lima de quienes lo acusaban de homosexual. Yo no había tocado para nada el tema, pero ella cogió cuerda automática. Al parecer no se había recuperado de haber leído o no haber leído por prohibición marital el capítulo octavo de Paradiso. Y, bueno, si empezaron ella y Vitier por no hacer preguntas, terminaron por no responder a mis saludos cuando coincidíamos.
(…)
   Cuando se celebró en La Habana el cincuentenario de la revista Orígenes me invitaron a ser uno de los expositores y me adjudicaron como tema a Gastón Baquero. Un año antes lo había visitado en Madrid, y él era uno de los origenistas exiliados de los que se iba a hablar por primera vez después de décadas de censura. Fue entonces que se me ocurrió cambiar y ocuparme de otro de esos exiliados, de Lorenzo García Vega. Cintio Vitier se me acercó, sumamente interesado. ¿Iba a hablar yo de la poesía de García Vega, tan particular como era? Le contesté que no y tuvo que alarmarlo saber que iba a centrarme en Los años de Orígenes.
   Vitier se me acercaba a hacer el trabajo de Seguridad del Estado. Más amablemente y menos escarmentador, por supuesto, pero le interesaba lo mismo que a los segurosos: que no se escuchara la versión de García Vega sobre Orígenes. Diputado oficialista como fue más tarde, se me acercó con el fin de modular la censura: estaba muy bien que se hablara de Lorenzo poeta, pero habría que pasar por alto aquel libro de memorias suyo, tan resentido y mentiroso.
   Tal como su esposa Fina García Marruz procuraba administrar la sexualidad de Lezama Lima, Vitier no se mostró dispuesto a transigir con ese costado de Lorenzo García Vega. En algo semejante había incurrido Lezama Lima cuando lanzó, en la “Oda a Julián del Casal”, su maldición de pirámide contra los investigadores de los papeles casalianos y se alegró de que ciertos textos publicados por Casal no fueran encontrados. Y lo mismo se halla en un Virgilio Piñera capaz de autocensurarse, no por razones literarias sino políticas, al compilar todo su teatro y dejar fuera su sátira anticomunista Los siervos.
   Vitier y García Marruz y Lezama Lima y Piñera son, cada uno de ellos en estos ejemplos, obstáculos para la transmisión. No es que les disguste tal o cual fenómeno, es que obran decididos para borrarlo. Igual que comisarios políticos, se muestran interesados en cebar la confusión y la desmemoria. Y, por citar un ejemplo origenista más, hay que ver el modo en que muchos de los que se ocupan de Baquero se detienen en la disyuntiva entre el poeta y el periodista. No es que tal disyuntiva sea falsa, pues así la sintieron ciertamente los origenistas, que en esto fueron más anticuados que Casal o Martí o Mañach o Novás Calvo, sino que donde dice periodista tendría que leerse miembro del Consejo Consultivo del golpista Fulgencio Batista, una vez clausurado el Congreso. Y del mismo que quien estudie Orígenes tiene que lidiar con el diputado castrista Cintio Vitier, tiene también que lidiar con el consejero dictatorial Gastón Baquero.

(El acento Ponte. Una conversación. Entrevista con Ibrahim Hernández Oramas. Rialta magazine, septiembre 2018)

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