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Wednesday, April 25, 2018

Zoé Valdés vs. Leonardo Padura

A Leonardo Padura lo volví a ver en Francia. Lo había publicado Anne-Marie Métaillié, prestigiosa editora de izquierdas, bajo la tutela aparente del chileno Luis Sepúlveda. Nos encontramos invitados ambos en un Panel dentro de un evento llamado La Plume Noire. Yo presentaba mi novela Café Nostalgia, y hablé de lo que fue mi experiencia en el ICAIC (Instituto de Arte e Industria Cinematográficos) como contratada, y de mi novela, exclusivamente, sobre todo, porque antes de subir al escenario donde se hallaba la mesa, una de las organizadoras me advirtió que estaba prohibido tocar el tema político de Cuba.
   Padura, sin embargo, lo primero que hizo cuando le tocó su turno fue hablar de política y de las ventajas de la “revolución” castrista. Intenté contestarle, para precisar algunos errores en su intervención sobre el ICAIC, una vez culminó la misma, y casi me saltó al cuello. Su ataque fue virulento y bastante machista. No esperaba un ataque de semejante bajeza. Sus hirientes palabras recibieron una resonancia de aplausos proveniente desde una claque situada en el centro del lunetario, muy bien ubicados y unidos entre ellos.
   Otra escritora cubana se hallaba en el Panel, Mayra Montero, a quien yo había conocido en Cuba a inicios de los 80, en uno de sus viajes facilitados por su ex novio Luis Rogelio Nogueras, a través de Alfredo Guevara, el presidente del ICAIC, siendo una exiliada en Puerto Rico. Mayra Montero optó por callarse, no salió en mi defensa, más bien apuntó con sus palabras a una velada alianza con Leonardo Padura.
   Meses más tarde, Leonardo Padura reiteró el ataque en mi contra, esta vez en la prensa española. Dijo exactamente: “Zoé Valdés produce una literatura que no es literatura. Ella siempre fue una funcionaria y se exiló en avión con su marido y su hija. Se ha inventado un personaje de mártir que es falso. Ella miente mucho”. Nunca pude responder a este ataque, ningún periódico aceptó mi derecho a respuesta.
   Varios jurados de prestigio han premiado mi obra en distintas partes del mundo. Nunca fui funcionaria como en cambio sí lo fue él, sólo trabajé cuatro años contratada por el ICAIC, y como esposa acompañante en la UNESCO, durante cinco años. Me exilié en avión como tantos otros artistas e intelectuales cubanos. Nunca me he inventado ningún tipo de personaje de mártir, ni me interesa para nada el martirio ni el martirologio en mi vida personal. No miento, como sí ha mentido él en numerosas ocasiones. La prueba es que el tiempo me ha dado la razón.
   Es curioso que ese ataque de Padura en la prensa española a mi persona saliera precisamente acoplado a otro ataque de su cúmbila Abel Prieto, ya entonces ministro de Cultura, en que se refería a Guillermo Cabrera Infante como un loco, y a mí como una pornógrafa. Pero más curioso todavía es que esa agresión, volviera a relucir precisamente, años más tarde, en la prensa comunista francesa, cuando la Universidad de Valenciennes en Francia decidiera entregarme el doctor Honoris Causa. Uno de los profesores me contó, por cierto, que la embajada castrista en París insistía para que otorgaran ese honor a Leonardo Padura en lugar de a mí, y cuando vieron que no podían conseguirlo llegaron inclusive a amenazar verbalmente al profesor en cuestión.
   Tras recibir en 1998 la Orden de Chévalier de las Artes y las Letras otorgada por Francia de manos de la ministra de Cultura Catherine Trautmann, Cuba se dedicó con esmero a buscarle la misma condecoración o en mayor grado a Leonardo Padura y a Wendy Guerra, esta última llegó a declarar en la revista Paris Match, que “Raúl Castro ha vuelto a poner a Cuba en el mapa universal”. Ambos fueron condecorados, sin vivir en Francia y sin hablar francés.

(Esto no es una respuesta a Leonardo Padura. El Español, febrero 2018)

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