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Monday, September 12, 2016

David Lago González vs. Francisco Garzón Céspedes

Paca Garza “La Activa”, como se le conocía en Camagüey, antes de emigrar a la capital, era, por aquellos años en los que yo casi ni había nacido, “compromiso” de Manolito Martínez, que por entonces era cantante “melódico”, de los que surgieron a consecuencia de la nefasta estela que dejó el nefasto Raphael de sus inicios (“Yo soy aquél”), entre los que estaban también Gilbertico Rodríguez (que con su marido, que era “luminotécnico” del Cabaret Caribe, se fueron por El Mariel) y otro más que ahora mismo no me acuerdo cómo se llama y que se quedó en Camagüey no sé si para siempre.
   Todos –o al menos los viejos comunistas cubanos y los poetas e intectuales que aspiraban a “un rango en el escalafón”, como los Rivero, los Noguera, los Cassaus y los etcéteras– sabrán mejor que yo su posicionamiento desde “los órganos de puntería”, cosa que yo, gracias a la virgencita, no sé tanto porque nunca pertenecí, como tampoco Carlos Victoria ni otras, a tan selecto club de colaboracionistas del gobierno de Vichy.
   El sujeto de marras era más conocido de Carlos y Nikitín que de mí, pero yo también formé parte de un repentino y sorpendente interés del cuentero (que es, exactamente, todo lo que ha sido en su vida) por saber y ver lo que estábamos escribiendo, y muy poco antes de Carlos ser involucrado en el “affaire Truca Pérez con sus tribulaciones en el Puerto de Luz de San Cristóbal de La Habana” con mucho más rigor y consecuencias que los demás (Nikitín, Rafael Zequeira y yo), se apareció en Camagüey para recopilar material nuestro a fin de publicarlo en la Revista Casa o en Unión (en fin, una mierda de ésas). Las pobres locas provincianas se pusieron de lo más contentas: “ay, mira, al fin nos van a reconocer”, “van a publicar tus versitos, Vicky Baumm”. Ahora mismo estoy mirando al cuentero sentado en un balance de la saleta de mi casa, deshecho, no en menudos pedazos (¡lástima!) sino en elogios hacia un poema que se llama Tarde de Mayo (finalmente incluido en mi libro “La Resaca del Absurdo”) “atrevidamente” referente al acto de follar con mi amante de entonces. Se llevó ése y otros poemas que no recuerdo. Por supuesto, nunca serían publicados y partir de entonces nunca más se supo del funcionario de Casa ¿a la caza?
   En cambio –“¡Oh, casualidad!” como diría Luis Carbonell en uno de sus mejores sketchs– lo siguiente en aparecer fue la Securité de l’Etè en la Dirección Provincial del Instituto de Repoblación Forestal cargando con Carlitos y los motoristas con nuestras citaciones tocando en nuestras casas respectivamente a la misma hora para que escasamente en una hora nos presentáramos en Villa María Luisa ante el Teniente Blanco.
   Años después supe que en Cuba se decía –from a very good ink– de que alguien conocido había colaborado en el asunto… (supuesta, presuntamente, stasimente)
   En fin, lo importante de todo este turbio asunto es la obsesión enfermiza de la Seguridad del Estado cubana por las villas.


(Comentario publicado en la red, enero 2009)

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