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Thursday, July 28, 2016

Fermín Gabor vs. Senel Paz y Norberto Fuentes

A ver, ¿qué dice ese niño? ¿Qué es lo que dice?
   ¿Cómo que cuál niño? ¡El niño aquél!
   Se-nel-el-ni-ño-aquél. 
   ¿Qué dice Nené Senel? Repite conmigo, nené: ce-re-bro, ce-re-bro.
   Estaba en Roma el niño aquél, hablaba de su novela, de su novela, no con título de Amaury Pérez, no con título de Silvio Rodríguez, sino con título de Lenin y Marc Anthony. Hablaba C’est ne Pas de En el cielo con diamantes. Que era hablar del bloqueo provocado por su obra anterior.
   ¡La culpa de todo la tiene el bloqueo!
   Muy capaz se mostraba Senel de saltar de su bloqueo narrativo al criminal bloqueo que mantienen los Estados Unidos sobre el heroico pueblo cubano. Y no dio ese salto de puro milagro. Pero la amenaza imperialista no dejó de merodearlo, así que, refiriéndose a esta nueva obra suya, notificó a la prensa italiana que la había sentido en peligro. Pues muchas veces estuvo a punto de escribir el libro que querían sus lectores, y no el que guardaba él en su corazón.
   ¡Ay, Edmundo de Amicis! ¡Ay, Sánchez de Fuentes! ¡Ay, Instituto Nacional de Cardiología!
   La importancia del más reciente libro de Senel Paz puede medirse por la atención que ha recibido de parte de Norberto Fuentes. Fuentes, que no ha leído nada desde que en sus manos cayera Isaak Bábel, no tuvo más remedio que sentarse a recorrer En el cielo con diamantes. Encontró la novela bien escrita, incluso muy bien escrita (considérense, empero, sus pobres exigencias: “construir con firmeza tus párrafos e hilvanar las palabras sin ruidos”). La descubrió graciosa y, alguna vez, le arrancó carcajadas. Pero al final tuvo que reconocer que constituía “un objetivo literario mal construido” (ah, dialecto de los talleres literarios del Minín), y que escondía adentro, ahogado de tan escondido, “un excelente libro de memorias”. 
   Muy ridícula es la noveluca de Senel Paz, ni graciosa ni bien escrita. Pero aún más ridícula resulta la impostura con que la lee Fuentes, como si él hubiera sido líder de alguna campaña militar. Considerándose a sí mismo protagonista épico, Eneas y Virgilio a un mismo tiempo (Virgilio no es Piñera, Eneas no es el talludo amigo de Benitín), Norberto Fuentes suena más falso que ese falso a quien critica. 
   “Eran los niños a cuidar”, escribe de la generación de Senel Paz y de sus personajes. Y agrega: “Ellos retozaban alegremente con sus culitos y nosotros teníamos que estar dispuestos a dar la vida por defenderlos”. Pero, ¿cómo? ¿Arriesgó alguna vez su vida Norberto Fuentes? Y, si lo hizo, ¿fue por defender a otros, o por aventurerismo, narcisismo o carrera propia? Ahora resulta que el General Fuentes arriesgaba su vida por defender a jóvenes cubanos a los cuales ni siquiera conocía. (¿Atacaba alguien a esos jóvenes? El imperialismo yanqui, lobo feroz que bloquea a Cuba y bloquea las posibles novelas de Senel Paz, ¿sitiaba también las bequitas kubanisches?)
   La historia parece haber sido muy distinta a como la cuenta el falso militar a cargo de un kindergarten, el General Nana Fuentes. Pues mientras Senel y sus amiguitos retozaban alegremente con sus culitos, nada hacía él sino retozar alegremente en compañía de sus amiguitos militares de alta graduación. E importa poco si el culo (u otra zona erógena) iba incluido en tales retozos, pues no faltó en ellos la delectación en la machanguería de uniforme, y sale de aquellos goces una prosa que suspira por muñecas masculinas con Rolex. Existe pues un patético Paz (no Octavio) que necesita justificar revolucionariamente la mariconería, así como existe un patético Fuentes (no Carlos) que justifica con razones altruistas el alargamiento a placer de su Servicio Militar.
   Claro que, como el segundo afirmara, es imposible componer una épica con las boberías que repuja el niño aquél. Pero tampoco la alternativa de Norberto Fuentes da para mucho: cuatro o cinco antenas en un Lada. Y tan pobre como su imaginación es la disyuntiva que le impone al tainaje: “O eres la contrarrevolución, que en Cuba nunca ha logrado ningún producto literario, o te exaltas y asumes el proceso, la Revolución, con todos los hierros”.
   A estas alturas no vale la pena discutir su ecuación entre Revolu y “producto literario” (ah, dialecto de agromercado). Norberto Fuentes parece ser un ejemplar escapado del gabinete del doctor Mabuse Fornet. “La miríada de blindados y transportadores avanza hacia el combate”, metaforiza, “y las comadres, en la cuneta, ruborizadas y apenas contemplando”.
   Entre esas comadres apostadas a la orilla del camino, incluye él a Senel Paz.
   En uno de los primeros blindados y transportadores viaja, de uniforme militar, Norberto Fuentes. Es duro el hombre, es épico, es con todos los hierros.
   ¡A Norberto Fuentes hay que tocarle los cojones!
   Lástima que, de vez en cuando, lo delate la comadre que lleva adentro y elija, por ejemplo, un vocablo tan camafeado como “miríada”.

(La Lengua suelta # 45. La Habana Elegante, segunda época)

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