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Tuesday, May 24, 2016

Néstor Díaz de Villegas vs. el artículo “Represión y diplomacia en Cuba”, La Razón, julio 2015, de Rafael Rojas

Si de algo debería estar seguro Rojas es de que la oposición en Cuba, la oposición silente, es mayoritaria, pues hasta él mismo es parte de ella. Que esté dividida –como divisivas son sus opiniones en este y otros temas– no significa que no haya crecido en número y fortalecido ideológicamente en las últimas décadas. Dadas las características del castrismo, el proceso de concientización y proselitismo ha sido especialmente arduo.
   Sin embargo, el problema castrista, su misma esencia, es ser el gobierno de una minoría, y esto, aún en la época de los “grandes logros” que Rojas analiza en su último libro. La imposibilidad de medir esa presencia fantasma es característica de los regímenes totalitarios. Y si la oposición organizada se ha hecho eco de lo que Rojas llama “mecanismos de boicot y obstrucción de la normalización diplomática” es porque sus planteamientos coinciden con las objeciones de la mayoría silenciosa, y no únicamente con la “línea política de los congresistas cubano-americanos y de una parte de la derecha republicana”.
   Desvirtuar la opinión de los que piensan que la normalización es una mala idea, es, justamente, el dispositivo de “boicot y obstrucción” en que se basó la negociación. Los obstruccionistas fueron eliminados, dejados fuera de la componenda. Eran demasiado numerosos, y su experiencia política tenía un peso considerable: ellos, que habían fracasado en cada iniciativa de acercamiento y que cargaron hasta ahora con el costo de la dictadura –su suspicacia no es gratuita. El mecanismo de exclusión liberal, que funciona a las mil maravillas en otros sectores, dejaba fuera a la disidencia y a la Diáspora, o mejor, a aquellos grupos que no coincidían “con una parte de la izquierda socialista”.
   Lo que se combina, más bien, en el actual “cruce de posicionamientos públicos sobre democracia y derechos humanos” (sic), es la tendencia cada vez más pronunciada de la administración Obama a legislar por decreto, a dirigir la política exterior desde la prensa, en conversaciones secretas y pactos unilaterales, sin consultar al Congreso, unida a la experiencia de un régimen unipartidista con potestad de decidir por la totalidad de sus ciudadanos. Ahí está el cruce.
   Es en esa coyuntura donde empalman la fantasía de la administración demócrata y la disponibilidad raulista. Se esperó 56 años por la aparición de un Presidente que hubiera leído a Frantz Fanon y “nos entendiera”, y los Castros tenían todo el tiempo del mundo. Finalmente, la Providencia los premió. Ahora sabemos que el castrismo fue una ruleta, de ahí la sensación de haber ganado en grande, de que se trata de la “obstrucción” convertida en victoria.
   El argumento de los “dineros de la USAID” está sacado del manual del perfecto alcahuete latinoamericano, y por eso no debió ser esgrimido por un analista serio. Este es el tipo de ataque que esperamos de John Kerry, o de un discípulo de Saul Alinsky; a no ser que Rojas utilice las técnicas de Tratado para radicales y pretenda tratar las páginas de La Razón de México como si fueran el Granma. Aparece allí con exclusividad, como la única voz digna de emitir comentarios, aún cuando ejerza su opinionismo con absoluta arbitrariedad: “Así como la oposición subordina su activismo al boicot de la normalización diplomática, el gobierno cubano reprime para afirmar su soberanía en medio de las negociaciones con su enemigo histórico.”
   La acusación reiterada de que algunos de los líderes de la disidencia “dependen financiera y políticamente de organizaciones del exilio” es oportunista y malintencionada. La Cuba actual no cuenta con una Naty Revuelta que extienda un cheque por 5 mil pesos para ir a asaltar un cuartel, y mucho menos con una clase empresarial empeñada en subvertir el orden, ni con una burguesía con los bolsillos profundos.
   La financiación de la disidencia debe ser bienvenida y alentada con independencia de las fuentes. La última persona de la que esperaba una protesta de injerencia foránea, un ataquito de jingoísmo, es un académico capaz de rastrear los oscuros resortes económicos de cualquier oposición digna de ese nombre.

(Rafael Rojas contra la oposición. Blog N.D.D.V., julio 2015)

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