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Tuesday, May 3, 2016

Néstor Díaz de Villegas vs. Andrés Reynaldo

Andrés Reynaldo, que ha puesto una orden de restricción contra José Varela, se une aquí al caricaturista en la condena de mi nota necrológica, extraños consortes de causa a los que se suma, además, la redacción del Nuevo en pleno.
   Y todo porque “revelé” que Carlos era demasiado triste, o demasiado desajustado, o que tenía una madre loca, o que se quedó corto, o que lo volvieron loco los 20 años que pasó encerrado entre las cuatro paredes del Nuevo (sí, frente a la estúpida bahía), o que tomó ron y tenía la nariz colorada, o que lo encontré un par de veces en Trece Botones. ¡Tamaños insultos!
   El peor insulto a la memoria de Carlos es precisamente el homenaje de los que lo normalizan para poder llorarlo a gusto, porque cualquier inconveniencia, cualquier “defecto” podría convertirlo en un “maricón”, o lo que es peor, en un escritor “común” y esas faltas ellos no se las perdonarían nunca. Mientras fuera el editor taciturno de cuyas contradicciones no había necesidad de enterarse, lo celebraron con el entusiasmo típico de los hipócritas: dijeron, como ha dicho Benigno Dou sin pestañear, ¡que era el mejor novelista cubano vivo! Y ahora, claro, el mejor muerto…
   Si Carlitos me admiraba, como me echa en cara Reynaldo, era precisamente por ser yo el redactor de una nota a su muerte capaz de escandalizar a los filisteos del Nuevo; y el escándalo que ha ocasionado entre los que manejan una versión expurgada de su vida tal vez me hubiese granjeado otra vez su admiración.
   Su consejo, por otra parte, y su crítica a mi poesía partían siempre de una sinceridad que no se transaba por la prudencia. Compartimos libros, y quien haya leído uno de sus favoritos The solid mandala, de Patrick White, encontrará allí al misógino, al amargado, que Reynaldo y el Nuevo se esfuerzan en convertir en Empleado del Mes.
   Da pena que sus defensores ni siquiera sepan que “el hombre sin cualidades”, es el título de otro de sus libros predilectos y no una frase endilgada por mí. Repugnancia le produciría, sin dudas, a ese admirador de mis grandes defectos verme convertido en el objeto de un acto de repudio por quienes han tomado su muerte de banderón.

(comentario publicado en la red, Blog Penúltimos Días, octubre 2007)

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