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Tuesday, November 25, 2014

Alejandro Armengol sobre José Martí

En la literatura de la Isla no existe una figura similar a Shakespeare, Dante o Cervantes, que permita de forma fácil echar a un lado los rivales. Desde el punto de vista literario, Martí establece un paradigma difícil de imitar, por el valor de su escritura, pero no podemos considerarlo una referencia indiscutible. Si lo analizamos a partir de la narrativa, esta es limitada y menor. Su teatro es pobre y su poesía enfrenta la competencia de Heredia y Casal. Es en los ensayos, críticas, crónicas, artículos, discursos y conferencias —así como en su extraordinario Diario de Campaña— donde alcanza su definición mayor. No se trata de rebajar a Martí, sino de separar la valoración de su obra literaria del peso ideológico. Tampoco la ideología martiana puede ser tomada como una guía a seguir, libre de altibajos.
   Si bien el pensamiento martiano y su práctica revolucionaria están marcados por los ideales democráticos, el desinterés y el rechazo al caudillismo, hay en su exaltación al heroísmo, y en su concepción simplista del indígena y el “hombre natural”, una tendencia romántica —del culto al héroe luego convertido en raíz torcida del fascismo— que incluso puede resultar peligrosa, cuando de ella se apropian, como ha ocurrido innumerables veces, demagogos y populistas. El mesianismo martiano y su romanticismo político pueden resultar funestos. Su sobrevaloración del campo frente a la ciudad y el culto a la pobreza son conceptos arcaicos.

(Más allá del nacionalismo histórico y literario, Cubaencuentro, enero de 2013)

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