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Thursday, December 5, 2013

Heriberto Hernández Medina vs. José Kozer

El caso que nos ocupa, salvo raras excepciones, goza la gracia de figurar en todas estas cartografías, con el valor agregado de cierto ingrediente mítico, aportado por la magnificación de elementos, tal vez intrascendentes, como la ascendencia judía o la supuesta compulsión grafómana del autor y su minuciosa contabilidad de ella.
   No hay en este punto una razón que pueda impedir a alguien interesado en la literatura cubana, sentir el impulso irrefrenable de leer a Kozer. Pero resta el último, y quizás el más importante paso, para situar a un autor en el más cálido sitio de nuestro estante emocional. Sentarse ante el libro, uno de ellos, cualquiera.
   En recientes conversaciones con algunos amigos han surgido algunas frases, que recuerdo en tono de broma, pero que no están desprovistas de cierta seriedad, en tanto cuestionamientos del mito urbano, que pocos han leído y todos aceptan, tal vez por ello:
   ¿Alguien le ha hecho una auditoría al libro de asiento de textos escritos por el poeta?
   ¿Se trata de un gran poeta, un renovador, o de un curioso caso de marketing?
   ¿Es un producto de la poca seriedad, la indolencia o el impresionismo de la crítica literaria cubana?

(La crítica y los riesgos de la mitificación. Blog La Primera Palabra, octubre 2010)

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