Ahora comprendo mejor el sentido del artículo "De un regreso confiado", publicado en La Gaceta de Cuba (N. 4, p. 64), en donde Fowler, como si regresara a Troya tras una batalla de años, se muestra sorprendido por "la ausencia de vida" en las calles de La Habana "cuando ni siquiera habían dado las diez de la noche", por "la escasez de lugares para la interacción social de que hoy disponemos", y termina proponiendo fórmulas para "administrar la alegría". Tras el entarimado de nostalgia por los mejores tiempos del socialismo cubano, su inocente propuesta de cambiar-sin-cambiar y algo de crítica light, se esconde (y no es difícil descubrirlo) el horrible temor ante un futuro diferente de que ya había hecho gala en su contribución al libro "Cuba y el día después". Las últimas líneas de su artículo en La Gaceta, efervescentes y patéticas, compiten con el fervor con que en 1964 (foto de Calvert Casey incluida) en la misma revista se publicaban poemas dedicados a la zafra, y con la euforia con que en 1980 (Gerardito de 9 años incluido) sacamos a pedradas a nuestros vecinos díscolos e individualistas y nos aprestamos a construir un futuro mejor. "Vivamos, despidamos, regresemos a otra ciudad" no es una consigna de entonces, sino la última frase de la crónica de marras.
(…)
Fowler escribe: "No veo qué evitará la desnacionalización de la producción y los servicios; (...) qué podrá impedir la extensión de un racismo que hoy (...) multiplica sus brotes".
Fowler no ve, no ve..., y esa ceguera no es borgiana, sino política. A lo largo de su artículo, a Fowler, un intelectual acucioso, no le interesa la futura posibilidad de leer periódicos verdes, rojos o azules sin que por ello sea "una prensa del escándalo" (¿o no hay prensa seria en el mundo?) y según nuestras convicciones o antojos, votar verde, rojo o azul según nuestros plurales daltonismos, o simplemente pensar en verde, rojo o azul sin que por ello seamos apartados mediante eufóricas pedradas o sutiles cacerías. Esa sería --entre otras buenas y malas-- una realidad del famoso "día después"; un Estado un tanto (sólo un tanto) menos feudal, menos pendiente de sus fieles e infieles --aunque, no seamos ingenuos ni patéticos ni eufóricos, después de Deleuze y Foucault sepamos que nadie escapa a Estados de Control.
(Carta de Gerardo Fernández Fe a la narradora Ena Lucía Portela sobre la antología Cuba y el día después, La Habana Elegante, segunda época)
No comments:
Post a Comment