La envidia que Norberto Fuentes siente por Arnaldo Ochoa lo lleva a llamarlo "negro" "arrogante", "asesino" y otros muchos calificativos que hoy habría que preguntarse a quién le pegan más. Sin embargo, el colmo de su complejo de inferioridad se deja ver cuando algunas de las mujeres con las que el escritor quiere acostarse le dicen que Ochoa era muy bueno en la cama. Entonces saca, del inmenso baúl de sus complejos, una grosería que me recuerda el estilo Zoé Valdés y añade: "Pero a pesar de todo lo que me dijera Aymée, cada mujer que se metiera esa pinga de Arnaldo Ochoa, o la pinguilla de Polo, estaba compartiendo una verga que ya había pasado por los culos babosos de todas las yeguas y chivas que despertaron la libido de estos héroes legendarios..."
Quien haya visto las fotos que Norberto Fuentes inserta en su libro coincidirá conmigo en esta descripción: Frente achatada de mestizo mexicano, pelo negro y enroscado como el de Carlos Aldana, orejas similares a las puertas abiertas de un jeep de fabricación soviética, nariz torcida, curva, y de porrón sobre un bigote similar a las brochas con la que los niños en Cuba pintaban de lechada las aceras, y dientes, que parecen haber sido liberados del sarro con ayuda de la dinamita. Sin embargo, este mamerto sin espejos se describe así: "apuesto señor, de elegantes canas, Rolex en la muñeca y briosos Ray-Ban,"... ¡El pobre!, no sólo porque tenía que hacer exhibicionismo del Rolex para atraer a sus mujeres, sino porque a falta de brío propio, tenía que atribuírselo a sus oscuras gafas.
Hablando de un militar que no pertenecía a su casta, el Sr. Fuentes dice: "era uno de los vergonzantes usuarios cubanos de Rolex... al que no correspondía disfrutar del agradable peso en la muñeca de esa máquina de navegantes". Dios mío - me dije, - que no mire nunca a la muñeca de este pobrete relator de sus envidias. Que no pueda Fuentes nunca observar lo que un trabajo honesto, y no el saqueo y la piratería comunista, me han permitido a mi comprar. Yo que nunca he tenido medio millón de dólares robados y escondidos en mí casa, yo que jamás podría escribir un libro de 459 páginas para repetir en cada una de ellas que era el dueño del más pacotillero de los Rolex, correría el peligro de formar parte de una enciclopedia si Norberto se fija un día en lo que corona con esmerada exactitud a mi mano izquierda.
(Norberto Fuentes: ¿exiliado o infiltrado?, Revista Guaracabuya, 2000)
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