Lo triste del caso que nos ocupa es la falta de escrúpulos para mentir y manipular a ese lector sincero que en cualquier parte del mundo le interesa la cultura, la virtud y la verdad. Nuestra cultura, y presupongo que el autor del desafortunado artículo lo sabe, es universal por su siembra centenaria (algo más que raíces) y nunca renunciará a ninguna de las partes que han contribuido a nuestra riqueza cultural, ni las arahuacas ni las alemanas o rusas por desproporcionada que sea la contribución. Destruir o mutilar parte de ella, sería de bestias y no lo somos, o de incultos. A otros les corresponderá valorarnos a través de nuestras historias personales. Llama la atención que el autor de este artículo no se haya informado de la política que ha trazado la Biblioteca Nacional de Cuba José Martí para su Sistema de Bibliotecas Públicas sobre la base de las normas internacionales y de la ya centenaria tradición bibliotecaria cubana (¿la conoce?). Más aún, que tampoco se haya informado sobre la ética de los que forman parte de la dirección actual de la institución. Por otra parte el autor, además, oculta la existencia en las provincias y municipios de otras redes de bibliotecas como la red nacional de bibliotecas escolares, con más de cinco mil instalaciones; la red de bibliotecas universitarias, con sus bibliotecas especializadas; y las de los centros de investigaciones y culturales repartidas por todo el territorio nacional. No es para él, sino para el público lector, honestamente interesado y sinceramente preocupado, que expongo nuestra política, trazada a mediados del 2007, y sus resultados, lo que hacemos y lo que no hacemos.
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