La edición crítica de Paradiso (1988), coordinada por Cintio Vitier, ha sido una confirmación de la maldición de Orígenes, otro paso más en la escalada del autoritarismo exegético mediante el cual el otrora “sistema” herméticamente poético devino un Sistema abiertamente político. Por ser una auténtica hija del idealismo filológico (en su creencia de que el texto-arquetipo a editar se equipara con el logos juanino que desde el Principio existía, estaba con y era el Dios-Autor), por su añoranza de fijar dicho texto de modo que su lectura surta el efecto de una atemporalidad e inamovibilidad bíblicas, por su voluntad de plantar un aparato hermenéutico y filológico dispuesto en prólogos, notas al pie, notas finales, apéndices, anexos, glosarios, índices, que salvaguarden al texto de una diversidad formal e interpretativa que diluirían valores y significados en los que su comunidad lectora cifra una identidad nacional o cultural, por esas y más razones, una edición crítica no se trata de una edición cualquiera, sino de una que se engarza perfectamente con esta prolongada tradición teológica en Cintio Vitier. No es casual que la sombra de este nombre y apellido se haya proyectado sobre las ediciones críticas de obras de José Lezama Lima y José Martí. Ello obedece a la necesidad de contar con ambos corpus como los textos sagrados propiciatorios de una deuteroteología política cubana como la del Sistema, precisamente mediante ediciones tabernacularias que, al conjugar teología con filología, además de preservar y salvaguardar para sus comunidades lectoras con fidelidad fetichista el texto fetiche, certifiquen la canonicidad patrimonial de estos por encima de otros. De ahí que el riesgo de un malentendido interpretativo del texto fetiche que es Paradiso surja para sus editores más oficiosos como una trasgresión de gran severidad que justifica no dejar al azar su práctica exegética y mucho menos la editorial.
(Paradisos artificiales. Revista Cacharro[s], Nos. 8/9, 2005)
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