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Monday, April 7, 2014

Fermín Gabor vs. Desiderio Navarro

El más reciente Premio Nacional de Edición procura convencerse (y convencernos) de que los dirigentes de la Revolu no tenían formado ya un juicio acerca de los intelectuales. Pasa por alto lo que el comandante “Entrañable Transparencia” dejó escrito, en pose de teólogo, acerca del pecado original de los intelectuales cubanos. ¿Acaso necesitaban ellos, “Entrañable” y los otros comandantes, consejos de Pavón para malquerer a la pila de maricones, tortilleras, putas, comepingas, gusanos y pendejos que conformaban la intelectualidad del país?
   Desiderio (del latín desiderium: deseo) se autohipnotiza hasta considerar balsámica la receta de F. C. sobre dentro sí, pero contra no. Como una Mayeya buena, Desiderium Navarro no juega con los santos, respeta los collares. Su gran dificultad como teórico (al menos respecto al caso cubinski) es que interrumpe la secuencia de razonamientos en el momento en que alcanzaba su definición mejor. Su gran dificultad como teórico es que, ah, él escapa. (Un empujoncito más y ese ensayo del cual parece sentirse tan orgulloso, In media res, habría estado bien.) Se trata, en cualquier caso, de un raro campeón: Sotomayor con vértigo.
   Durante treinticinco años ha dirigido la revista Criterios, y veánlo cómo aún reclama un espacio para discutir asuntos acuciantes para la cultura y el país. ¿Es que no se da cuenta de que lo tiene a su disposición? Ya lo diagnosticaron con exactitud Los Pasteles Verdes: puede morirse de sed teniendo tanta agua, y es por hipocresía. (En la mitología de las tribus ñángaras, la diosa Hipocresía cuenta con una hija predilecta: Autocensura. La relación entre ambas ha sido comparada a la de Démeter y Perséfone.)
   Dios le ha dado a Desiderio Navarro dos piernas sanas, y él sigue pidiendo un órgano de locomoción. Dios le ha dado un apartamento en el edificio Naroca en el Vedado, y ahora él desea una mansión donde quepa toda su biblioteca. Dios acaba de darle el Premio Nacional de Edición por el desvío de papas calientes.

(La Lengua Suelta # 39. La Habana Elegante, segunda época)

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