Decididamente, este primer número de la Nueva Revista Cubana ha tenido mala suerte en lo que respecta al rapé. Lo digo, porque un poeta tan alejado del polvillo delicioso como es Nicolás Guillén publica un poema que es todo un canto al Antiguo Régimen. No digo que Guillén no pueda permitirse tales libertades, pero tal parece que frente a un programa de concierto tan clásico, no le quedó otra salida que dar esa Epístola (dedicada a dos amigas cubanas que invernaban en Palma de Mayorca.) A sólo cinco meses del triunfo revolucionario, uno debe presumir que Guillén, poeta revolucionario en toda la acepción de la palabra, nos ofrecería algo revolucionario. Pero no pudo, el programa exigía el rapé, y ya lo ven, ahí están las dos amigas —Agueda y Nora— chismeando agradablemente con el poeta en las páginas de la Nueva Revista Cubana. Bueno, el Partido le pasará por alto este acto venial.
En cuanto a Lezama (siguiendo con los Luises y los lises) me recuerda a Carlos IX, el desafortunado autor de las famosas Ordenanzas, que acabaron por sacarlo del trono. “Himno para la luz nuestra” no es otra cosa que la senil voluntad de un monarca tratando de imponer su Ordenanza. Por lo demás, canción escuchada hace sus buenos veinte años.
(La Nueva Revista Cubana, Lunes de Revolución, junio 1959. Visto en La Habana Elegante, segunda época)
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